Es un recorrido cada vez más común entre los futbolistas españoles, aunque apenas hay casos de aragoneses que hayan entrado en un club de élite extranjero a una edad tan temprana. Paolo Fernandes se marchó a Inglaterra hace cinco años, con los 15 recién cumplidos, después de jugar solo una temporada en el Real Zaragoza. Le bastó un año en el cadete B de Ramón Lozano para llamar la atención de varios clubs europeos. Tras cierta polémica por su prematura marcha, eligió el Manchester City, que estaba construyendo el superequipo que es hoy. Cuatro largos años de puro (y duro) estilo británico le pusieron en la antesala del fútbol profesional, al que llegó el último verano después de que el equipo inglés lo cediese al NAC Breda. En la Eredivisie, la primera holandesa, da otro paso hacia el futuro que algunos le anunciaron cuando correteaba en El Picarral.

En el Balsas, donde empezó con 6 años, y desde antes se recuerda «con un balón o entrenando» siempre. «A veces me decían los amigos, por ejemplo, que me fuera con ellos a la piscina, pero yo siempre prefería ir al fútbol. Es lo que más me gustaba». Y lo que más me gusta. Ahí sigue, aunque ha cambiado la margen izquierda por Breda. «Aquí la vida es parecida a la de Inglaterra. El tiempo es similar y el lugar muy tranquilo», cuenta Paolo, de 19 años, al que en su actual experiencia le acompaña su familia. «Estoy viviendo aquí con mis padres y mi hermana pequeña. Son muchos años fuera de casa y me gustaría volver pronto, pero de momento esto es lo que me toca y hay que seguir», dice el zaragozano, que pasó cuatro años solo en Inglaterra: «Era bueno que vinieran aquí conmigo», explica.

Nada tiene que ver su condición de bisoño en Holanda con la de aquellos primeros días en Manchester. Ahora nota el peso de un fútbol diferente, profesional, pero se siente arropado. «Ir tan joven allí, sin saber el idioma, es muy complicado. Los primeros meses en Inglaterra llamaba a mi madre muchas veces diciéndole que me quería volver a Zaragoza. Ella también quería que volviera, pero qué me iba a decir... Sabía que lo mejor para mí era estar allí. Cuando coges el idioma y puedes empezar a comunicarte cambia todo, pero al principio te sientes muy solo», relata Fernandes, que participó en algunos entrenamientos en el primer equipo con Guardiola: «Es un entrenador que desde el primer día trata de ayudarte en todo. Cuando subes a entrenar con el primer equipo, vas nervioso, pero él se preocupa por que te sientas cómodo y lo puedas hacer lo mejor posible. Trata a todo el mundo igual, aunque a los españoles les habla en español para que el entendimiento sea mejor».

Volverá a Inglaterra el próximo verano, a sus cosas buenas, a las otras. «Lo peor es la comida, que no está muy bien. No tiene ni punto de comparación con la española. Ahora mis padres traen a veces chorizo o cosas así que tanto nos gustan y aquí no hay manera de encontrar». Como no hay forma de encontrar en España instalaciones como las del Manchester City: «Es la mejor ciudad deportiva del mundo, sin duda. Allí hay todo lo que uno se pueda imaginar, parece una ciudad dentro de una ciudad», explica admirado el aragonés.

Allí coincidió, «por suerte», con Maffeo (ahora en el Girona), Manu García y Angelino. Con los dos últimos ha hecho colonia en Breda. «Empecé la temporada de titular, tuve alguna lesión y luego volví a jugar. Juego a banda cambiada, en la derecha, casi siempre. Me siento más cómodo por el centro, pero también me puedo mover por las bandas», declara consciente de que no hay prisa: «Aún tengo 19 años, es mi primer año como profesional y hay que ir poco a poco», reflexiona Paolo, que sabe que en su horizonte siempre estará el Zaragoza. «Me gustaría regresar algún día, pero quiero tomármelo con calma. Si algún día vuelvo al Zaragoza, quiero estar bien preparado. No quiero ir sin estar formado en el fútbol profesional». Lo hará, a buen seguro, con el acento aragonés que no ha perdido pese a los años en el extranjero. «Soy muy maño», admite. Y puntualiza: «Pero mi padre es caboverdiano y es mucho más maño que yo. ¡Si lo escuchas hablar...!», termina entre carcajadas.