La Tercera División se siente vacía. Primero fueron las gradas las que no pudieron llenarse en el playoff de ascenso, luego comenzó la temporada con restricciones de aforo y, solamente una jornada después, en Aragón, se paró todo. Por el momento, parece que los clubs apuestan por esperar y seguir entrenando, no perder la forma por si en cualquier momento hay que volver a dar el máximo cada jornada. Dani Aso, entrenador del Huesca B, asegura que retomar la competición depende «de que mejore la situación en Aragón, porque en otras comunidades sí que se juega, cuando eso ocurra se supone que la federación dará el okey para que esta categoría nacional pueda seguir su curso».

Es en esa condición, la de ser una categoría nacional, en la que se refuerzan las esperanzas de algunos para regresar, como explica también Raúl Jardiel, técnico del Brea: «La Federación Aragonesa, cuando acabe el curso, tendrá la necesidad de decir quiénes son los tres que suben, tienen que rendir cuentas con la Segunda División B y por esto tenemos la sensación de que en cualquier momento nos harán volver». Sin embargo, Cristian Abad, al frente del banquillo del Atlético de Monzón, manifiesta que los equipos no saben nada, que no tienen «ningún tipo de información» y que eso lo echan «en falta».

«Entiendo que es difícil determinar cuánto tiempo puede durar esta situación, pero mantener a un equipo entrenando sin tener información cierta y real sobre lo que va pasar es muy difícil», asegura el técnico montisonense. Este mismo también habla de entrenar en condiciones que no son las óptimas, ya que las nuevas restricciones marcadas en la comunidad no solo afectan a la competición, sino que en una Liga no profesional también lo hacen con los entrenamientos.

Los jugadores del Brea han estado once días sin ejercitarse por un positivo en la plantilla, y durante la cuarentena de algunos recibieron la noticia de aplazar las jornadas y parar la competición. Jardiel explica que afrontan esta situación «buscando un equilibrio entre las condiciones personales y profesionales, porque hay jugadores que han estado confinados y no han podido ir al trabajo, no somos un equipo profesional y hay gente que eso le supone un problema ahora».

PASAPORTE PARA ENTRENAR/ El fútbol es una actividad secundaria para la mayoría de los jugadores de Tercera División y esto condiciona no solo a que algunos teman acudir a los entrenamientos por tener que faltar después (en caso de tener que confinarse por un contacto estrecho) a sus empleos, también porque con las restricciones de movilidad hay jugadores que ni siquiera pueden acudir. En el Monzón hay gente de la plantilla viviendo en Lérida, y al ser otra Comunidad Autónoma no hay justificante que valga para pasar la frontera.

En el Almudévar se han creado dos grupos. Por un lado entrenan doce jugadores en el barrio zaragozano de San Juan, por otro se ejercitan los de Almudévar y Zuera, que no pueden entrar en la capital, y en solitario se prepara Carlos Puente, en Huesca. Además, estos han optado por hacer solamente la mitad de las sesiones de entrenamiento que tienen previstas semanalmente. En el CD Brea, a pesar de que «hay un porcentaje determinado del equipo tiene que tener contrato porque la Federación Española subvencionó al equipo para esto» y que esos jugadores, por lo tanto, sí que pueden entrar a Zaragoza aunque sean de fuera, «hay dos jugadores que sin estar empadronados en la capital ni trabajar allí tienen dificultad de poder acudir a entrenar».

CUESTIÓN DE CUENTAS/ Este equipo, dadas sus condiciones económicas, no tiene demasiados jugadores en esta situación. El propio entrenador explica que él es de fuera pero, al tener contrato, no tiene problema. Por una parte es una ventaja tener atados a los jugadores, que tienen salvoconductos para moverse y poder seguir el ritmo, más o menos normal, de los equipos, pero, por otra, en esta situación también hay complicaciones, tal y como lo explica Mariano Muñío, presidente del Robres: «A día de hoy se puede competir y entrenar sin ingresos, dentro de poco no se podrá, si no tenemos socios ni patrocinios y sin ayuda de la Federación es complicado», aclara el directivo, aunque garantiza que la situación tendría que ser muy extrema para llegar a paralizar la actividad del club, porque al tener un acuerdo de filialidad con el Ebro entre ambos clubs gestionarían las cuentas.

A este testimonio se unen las voces de los entrenadores, que son conscientes de la situación. «Es la pescadilla que se muerde la cola», puntualiza Diego Allueva, ya que «hay que entrenar, si se entrena hay que cobrar, pero si no hay partidos no hay taquillas y se puede llegar a una situación insostenible para clubs pequeños y humildes». En este sentido, confiesa Raúl Jardiel que «si la situación se alarga mucho habrá que dejar de entrenar porque el club no puede pagar sin generar ingresos». Para los jugadores la situación tampoco es la idílica en cuanto a sus cuentas.

Aunque en equipos como el Robres «no hay jugadores que vivan del fútbol porque todos son muy jóvenes y están estudiando», asevera Muñío, en otros como el Huesca B «ha llegado mucha gente de fuera, que vive lejos de su casa, en pisos en alquiler en Huesca y por lo tanto viven del fútbol, es su fuente de ingresos». Para ellos la incertidumbre se multiplica y las consecuencias serían notables en caso de suspender la competición. En el Monzón, por ejemplo, ocurre parecido, aunque el sueldo por competir no sea profesional, completan su salario entrenando a equipos de la base. Pero la seguridad en estas categorías no es mucho mayor que en el primer equipo de la ciudad. Los clubs coinciden en que la situación más complicada es la de los jugadores que vienen de fuera y están lejos de sus casas y familias.