El Valencia completó ayer en Goteborg una temporada histórica al proclamarse campeón de la Copa de la UEFA ante el Olympique de Marsella, al que superó por 2-0, un triunfo que llegaba después de que diez días atrás se adjudicase el título de la Liga española. Las lágrimas de tristeza de las finales de París y Milán fueron ayer de alegría en las filas valencianistas tras volver a ganar un titulo continental casi 24 años después de que lograse los de la Recopa y Supercopa de Europa a principios de los años ochenta.

En la victoria de ayer, un hombre asumió buena parte del éxito valencianista: Mista. Sobre él se cometió el penalti que abrió el marcador y suyo fue el segundo gol de la final. El murciano ponía así la guinda a una temporada personal casi irrepetible. Sólo le ha faltado jugar con la selección.

EQUILIBRIO INICIAL El equilibrio de fuerzas que hubo en el inicio se rompió al cuarto de hora de partido, momento en el que el equipo francés se adueñó del juego, manejó el balón y merodeó por las cercanías de Cañizares. El conjunto de Benítez se sacudió el dominio del Olympique antes de la media hora de juego. Consciente de lo que estaba en juego y de que superior a su rival, controló el centro, si bien no lograba conectar con sus jugadores más adelantados.

Cuando parecía que la primera parte no daba para más se produjo la que fue la clave del partido. Un derribo en el área de Barthez a Mista, cuando el murciano trataba de superarle, significó un penalti en el minuto 44 y la consiguiente expulsión del meta internacional francés. Vicente inauguró el marcador ante Gavanon. Al margen del golpe psicológico, el hecho de afrontar el segundo tiempo con un jugador menos era, quizá, la losa más pesada para los franceses.

Pronto aprovechó el Valencia esta ventaja. Sabía que su rival estaba tocado y buscaba darle el golpe de gracia. Fue Mista, su mejor jugador ofensivo de la temporada, el que se encargó de dar la puntilla al fusilar a Gavanon dentro del área y marcar el segundo tanto con el que se cerraría el resultado.

El partido ya se movió al son que tocó la orquesta de Benítez, un equipo ya incómodo y casi imposible de doblegar de por sí con el empate inicial y que se convierte en insufrible con una ventaja en el marcador. Un durísimo disparo de N´Diaye fue uno de los pocos sustos de los valencianistas, que en el tramo final se dedicaron a saborear el brillante momento que viven, tal vez, la época de oro del Valencia, con dos Ligas, una Copa de la UEFA, una Copa del Rey y una Supercopa en cinco años.