Monzón es un caso peculiar. Con 17.000 habitantes puede presumir y presume de ocho olímpicos, todos ellos con su estrella en la Ciudad Deportiva, el gran complejo que acoge el pabellón Los Olímpicos, el estadio Isidro Calderón y, en medio, el club de tenis Conchita Martínez. Lleva ese nombre desde su inauguración, hace 17 años. Allí acude todos los días Míchel Irigaray, presidente del club y amigo de la familia Martínez. Con Fernando, el hermano mediano, formó parte del equipo que se proclamó campeón júnior en los ochenta.

«La gente en Monzón a Conchita la tienen como un referente, claro. En su torneo siempre es, ¿cuándo viene Conchita? Está todo el mundo pendiente, y, aunque sea un día escolar y de trabajo, esto se llena. Todo el mundo en Monzón se acuerda de Conchi. Al que no le gustaba el tenis veía el tenis también», explica Irigaray. Por supuesto, él tampoco se perdía un partido, aunque no era fácil verla siempre. «Estamos hablando de una chica de Monzón que juega la final de Wimbledon. Lo dio la televisión catalana, en Binéfar no lo podía ver y lo vimos en La Carrasca, que es un barrio de Monzón que está en lo alto. Cuando jugó la final de Australia me levanté casi de madrugada para verlo, que me decían, tú estás loco… y en Eurosport lo ponían en inglés», rememora.

Irigaray vio a Conchi desde sus inicios en el frontón de las pistas viejas. «Tenía talento y luego el amor que tenía por el tenis. Era una crieta, nueve años, estabas jugando con su entrenador y ella venía a jugar a la pared que había detrás de la pista y su hermano le decía, Conchi, vete de aquí. Se iba y volvía, a lo que te querías dar cuenta ya estaba otra vez. Y a las doce de la noche estaba con Sanvi, su entrenador», rememora. «Tenía un golpe innato con la derecha que era una pasada, metía todas las bolas. Y era muy lista en la pista, muy muy lista. Y desde los 16 hasta los 34 en el circuito profesional. La carrera de Conchita es espectacular», añade.

Ni Irigaray ni Monzón olvidan el 2 de julio de 1994. Ni la celebración posterior. «Salió a la calle todo Monzón, desde las pistas de tenis hasta el centro Conchi iba con sus padres en un descapotable y era gente a derecha e izquierda todo el recorrido. Espectacular. Fue una pasada. Vino con la réplica del trofeo porque la buena se la quedan en Wimbledon. Fue una fiesta por todo lo alto».

Irigaray destaca también el respeto que Conchita tiene en el circuito internacional y su carrera como entrenadora, en la que mejora a todas sus jugadoras. En Monzón tiene unas instalaciones y un torneo con su nombre, una estrella en el paseo de los olímpicos. Y el cariño y el orgullo de sus vecinos.