Cuando no se logra una victoria desde el 25 de enero, cuando la mochila acumula nueve jornadas sin ganar, cuando la zona de descenso a Segunda B, con la tragedia que implica, está más que próxima y cuando se han sumado 4 puntos de 27, la forma de vencer es secundaria. Créanlo porque es así. El Zaragoza se reencontró, gracias a un certero cabezazo de Luis García tras un medido servicio de Rico, con el sabor del triunfo más de dos meses después y tras una mala primera parte y una clara mejoría en la segunda. Tuvo, es cierto, más espíritu y ganas que fútbol, al margen de la mejoría en intensidad y orden tras el descanso, pero en todo caso fue suficiente para doblegar al Eibar, que acudía a defender el liderato a La Romareda y con once partidos sin perder tras el ecuador de la Liga. Fue a caer en el Municipal, donde el Zaragoza llevaba cinco choques seguidos sin ganar. Así es el fútbol y más aún esta igualada y mediocre categoría de plata, donde el nivel es tan bajo que cualquier marcador es factible.

La tabla aleja a cuatro puntos el descenso para el Zaragoza, toda una bocanada de calma para templar unos nervios disparados, mientras que la promoción de ascenso está a cinco. A nueve jornadas para el final, con 27 puntos de por medio, está a tiempo de todo, aunque lo primordial sea salvarse. El triunfo, el primero con Víctor Muñoz, remarca la mejoría con el técnico, que en tres partidos le ha dado hechuras a este equipo, destrozado y sin ánimo cuando lo dejó Herrera. "Solo nos falta ganar", dijo Víctor el viernes. Ahora, ya ni eso. Y, queda dicho, hay margen de puntos para mirar hacia arriba si ese crecimiento sigue con su consolidación.

Además del rearme moral del triunfo, el Zaragoza encontró una versión muy solvente en la segunda parte, donde apagó por completo a un Eibar, no se olvide, que venía de ser líder en las anteriores 8 jornadas. En La Romareda dejó el aspecto de equipo ordenado, aseado con el balón y, sobre todo en la primera parte, de bloque solvente, comandado por Jota Peleteiro, que hasta el descanso fue el amo y señor del partido. Sus diagonales desde la derecha no eran tapadas por Rico, y ni Montañés ni Barkero le ayudaban en demasía.

DEMASIADA LENTITUD

Y es que el primer acto zaragocista fue para olvidar, un horror con la pelota y con un ritmo, en la presión y en el ataque, más que cansino. El Eibar jugó a placer, sin crear demasiado peligro, eso sí, como si le intimidara el escenario aunque generó el suficiente dominio para que los pitos de La Romareda se dirigieran hacia el Zaragoza. Con todo, la primera ocasión fue local. Albentosa falló en una cesión fácil y Roger se quedó con todo el tiempo del mundo en el mano a mano con Xabier Irureta. Remató mal, dejando claro dónde iba el balón, y el meta despejó. En Roger, más eficaz cuantos menos segundos tiene para pensar, habita un ariete voluntarioso y disciplinado, pero un killer desde luego que no.

Esa acción fue un espejismo, en todo caso, y el partido siguió con color eibarrés. Con Arzo, Barkero y Luis García sin llegar a ninguna parte, con Montañés desaparecido y con Javi Álamo solo exhibiendo torpezas, el Zaragoza era incapaz de generar un mínimo de fútbol con sentido. El Eibar, bien sujetado en Navas atrás y en Dani García en el medio, marcó en un remate de Arruabarrena tras cabezazo de Gilvan donde Rico rompía el fuera de juego. Pero el asistente lo señaló y La Romareda pudo suspirar. Ese tanto hubiera sido un muro imposible. Morales, en un cabezazo y en un rechace tras despeje de un Laguardia mejorado, tuvo dos ocasiones, mientras que Javi Álamo completó su terrible partido con una jugada en la que se quedó solo ante el meta eibarrés y decidió centrar sin peligro. Por si fuera poco, se lesionó en esa acción.

Tras una primera mitad tan floja, tan dominada por el Eibar, pocos zaragocistas hubieran apostado por su equipo, pero la metamorfosis llegó. El Zaragoza fue otro. Ayudó que adelantara la presión, lo que dificultó la salida al Eibar, que Víctor Rodríguez, desde la izquierda, hiciera acto de presencia en el césped, que Luis García apareciera con más acierto y que todo el equipo diera un plus más en la intensidad. Y, claro, que se tapara de forma eficaz a Jota, el faro rival, que quedó difuminado.

Así, el conjunto armero apenas existió en la segunda parte, donde el Zaragoza avisó con un remate centrado de Luis García y marcó tras la mejor jugada de largo del partido: una apertura de Barkero, el centro medido de Rico y el cabezazo lleno de convicción y fe de Luis García, que se quitó un peso de encima con esa diana y que esta vez se marchó ovacionado. Hubo un tiempo donde era indiscutible que no estaba para jugar tantos minutos como le daba Herrera; ahora, en las últimas semanas, es innegable que es fijo.

Quedaba media hora y el Zaragoza, que tantos palos ha recibido en los tramos finales, cerró el partido con una seriedad apabullante, sin dar opciones al Eibar. Víctor movió bien el banquillo, de donde salió más energía con Cidoncha y Esnáider, que tuvo una ocasión, al igual que Víctor Rodríguez. Tras la expulsión de Arzo, Albentosa, en un remate en una falta lejana, puso el único susto en el descuento, pero el Zaragoza abrazó la victoria. Ganó. Y ahora puede creer.