Allá arriba sobre el cielo descubierto de la montaña de Montjuic, templo olímpico primero y santuario de los recuerdos gloriosos del zaragocismo después, estaba todo a punto para honrar a los dioses. Nadie daba nada por el Real Zaragoza, mirado como un simple invitado pagano. Zidane, Figo, Beckham... Ninguno de ellos podía siquiera imaginar que el destino se iba a cruzar en su camino el 17 de marzo del 2004, ni que a pie cambiado el Zaragoza iba a alterar el rumbo de la historia con un partido a la altura de su magnífico pasado en el torneo. La final acabó en réquiem por los galácticos y en verbena en Aragón.

Hoy se cumplen diez años de aquella noche mágica, una década de la última gran conquista, memoria viva de otro tiempo, retrato nostálgico y punto de referencia para reconstruir el futuro. Aquel Zaragoza imaginativo y épico, no este Zaragoza vulgar y decadente. En conmemoración, EL PERIÓDICO ha elaborado un suplemento especial para evocar su recuerdo a través de las voces de sus protagonistas, de sus héroes, que antes los había. La sexta Copa. La de los Galléticos.

Aquel equipo, que parecía pequeñito al lado del todopoderoso Madrid, no lo era tanto. La perspectiva que da el tiempo ha servido para poner en valor el alcance de muchos de sus futbolistas. Allí había de todo y casi todo bueno. El primer Villa, luego campeón del mundo y de Europa, el seductor Cani, después jugador rotundo de Primera, la personalidad arrolladora de Milito, la verticalidad de Savio, otros dos aragoneses más en el césped (Láinez y Cuartero, y Soriano en la grada...) y un quinto al mando. Víctor Muñoz puso orden en un equipo que recogió desbarajustado, lo aglutinó y Galletti le puso a la obra una firma estelar. Esa generación es otro ejemplo más. El Real Zaragoza siempre tuvo grandes jugadores. Siempre. Siempre menos ahora. Ahora no tiene ninguno y el pasado parece irrecuperable. Sirva este emotivo recuerdo para saber qué fue este club, qué es y qué debe volver a ser.