Cuando uno se enfrenta a una novedad suele notar ese picor en la garganta, cierta pesadez en el estómago y las piernas sufren el riesgo de deslizarse en el telele. Cuando además tienes 17 años es lo normal, lo lógico, que a cada aventura los nervios secuestren al corazón en la angustia. El cuajo o la sabiduría se va almacenando con el paso del tiempo, uno se va curtiendo en los palos y apaciguando en las breves y dulces caricias de la vida. Pero hay algunos que parecen no necesitar ese tránsito hacia la madurez. Viendo ayer a Alejandro Francés, ese juvenil que no lo parece, muchos coincidirán que es de esa raza de hombres inalterables.

Álex no puede ir a la cárcel ni conducir, como se suele decir antes de alcanzar la mayoria de edad, pero puede perfectamente debutar en el equipo de su vida, en ese Real Zaragoza en el que ingresó siendo un alevín, con una actuación firmada con una sobriedad de treintañero. «Todos le hemos felicitado», sentenció Guti. Normal.

Es Zaragoza tierra de laterales de leyenda. De Manuel Torres. De Alberto Belsué. De Luis Carlos Cuartero. Quizá de Alejandro Francés. Obviamente es pronto, es ridícula e injusta la comparación precipitada, pero no tanto presumir de que el chico pasó con nota una asignatura que no era sencilla. Y no menos Víctor, por ponerlo, por aventurarse en la apuesta en vez de decretar la emergencia lateral de Alberto Zapater.

Con los inquilinos naturales de la plaza, Carlos Vigaray y Julián Delmás, lesionados, y el último parche, Alberto Guitián, con ellos, el Lugo conocía que la debilidad defensiva del Zaragoza, tembloroso con la memoria de los fallos del Alcorcón, recaía en la banda derecha. La presión de los primeros quince minutos hacía que el balón se decantase en las botas de Yanis Rahmani. Buscaban ese enfrentamiento frontal con Francés. Supuesto pipiolo. Se equivocaron. En la primera el internacional U18 dejó claro que no temblaría. La robó.

Suyo fue el primer disparo. Toma. En el minuto 6, en una incorporación que finalizó con un chut desviado a córner. Sus llegadas, limitadas, pero efectivas, se fueron incrementando con confianza y resultado a favor, con buenas combinaciones con Soro, Guti y Kagawa. Con el japonés enhebró de maravilla. Una galopada en el 55 tras contemporizar el nipón, le permitió concretar un centro al área. Un pase en largo habilitó a Luis Suárez con 0-2 para el fallo sin precedentes del colombiano. Suelto.

Con poca conducción, jugando con uno o dos toques, no se precipitó y minimizó sus errores. Como un veterano. Más taxativo se mostró atrás. Luciendo anticipación o hábil para lanzar la bota al suelo, aunque con más problemas para coger la marca en los lances aéreos. Ningún pero.

Este chico, criado en el humilde San Gregorio Arrabal y avispa en el Balsas Picarral, ya debutó en Copa, ante el Socuéllamos, con noventa minutos en el lateral izquierdo. Porque la polivalencia es su marca. De central o de lateral. O hasta marcando, como con ese gol ante el Atlético para pasar a las semifinales de esa Copa de Campeones histórica. Su puesto está en el División de Honor o en el filial, esta era su cuarta convocatoria en Segunda. Quizá tenga que jugar más por las bajas. Pero lo que es seguro, es que su debut no fue el de un novato.