Invierno de 1976. Pocos meses antes había terminado la interminable dictadura de Franco y un grupo de jóvenes zaragozanas que jugaban a balonmano se enfrentaban a un importante reto. Debutaban en la Copa de Europa y se enfrentaban al poderoso Leipzig, un equipo de la Alemania Democrática. Era el Balonmano Medina, un equipo formado en la Sección Femenina. «Con la muerte de Franco desapareció esta entidad que aglutinaba todo el deporte femenino en España. Los clubs femeninos se vinieron abajo y comenzaron las penurias económicas al no haber nadie que costeara los gastos. Entre todos la mataron y ella sola se murió. Era una época convulsa y nos dejaban organizar las Ligas si no molestábamos mucho», dice Merche Fuertes.

En los Medina también se practicaba atletismo y voleibol. El equipo de balonmano estaba en la máxima categoría nacional desde 1971. «Había cierto morbo por vernos jugar a un deporte duro de contacto a chicas con pantalón corto. Se creó una numerosa afición que nos venía a ver jugar al Salduba frente a equipos como el Picadero o el Atlético de Madrid», afirma Chelo Miñana, una de las componentes del equipo zaragozano.

El Medina era el mejor conjunto de España en 1976 solo por detrás del Atlético de Madrid. Era a las colchoneras a quien les correspondía competir con el Leipzig. «Pero renunciaron a la eliminatoria. Es posible que pensaran que era mejor no pasar por el matadero alemán y eso que la mayoría formaban parte de la selección española», explica con humor Miñana.

La base del Medina fue el mismo equipo que debutó en la máxima categoría en 1971. «Eramos todas de aquí a excepción de Mari Ángeles Granados y María Jesús Viguera. Teníamos juveniles como Cruz Urés y Rosa Burgos. Nos entrenaba José Antonio Mazón, era un bloque, un equipo muy luchador y teníamos la ventaja de contar con la internacional Mari Ángeles Granados, que era agresiva y valiente y Mercedes Fuertes simbolizaba la excelencia del balonmano. También brillaban Carmen Bona y Charo Puertas», apunta Miñana.

El Medina quedó exento de la eliminatoria de dieciseisavos y se enfrentó a las alemanas en octavos de final. El primer partido fue en el Salduba. Gran parte de la afición se movilizó y el pabellón estaba lleno. «Estábamos muy motivadas y al salir de los vestuarios estábamos alucinadas con el campo lleno. Estuvo Roberto Tendero, el presidente de la Federación Española», dice Miñana. El objetivo de las aragonesas en su debut europeo era «competir en el partido y que nos metieran el menor número de goles posible».

El resultado de la ida lo dice todo. Ganaron las alemanas 11-32. «Era muy complicado jugar frente a esos armarios. Nos sacaban 20 centímetros y estaban cuadradas. Recuerdo que tenía una roca delante de mí y no sabía lo que podía hacer. Cuando nosotras íbamos, ellas habían vuelto. Se ponían cogidas de la mano con un 6-0 defensivo y enfrente tenían a unas enanas. Daba la sensación que nos chocábamos contra una pared y la impotencia era tremenda», explica Fuertes, lateral y extremo izquierdo.

Tras la paliza del partido de ida llegó el encuentro de vuelta en Leipzig. «Con 19 años no era muy consciente de que íbamos a un país del Telón de Acero», dice Fuertes. Fue un desplazamiento de 36 horas en autobús. «El viaje no fue malo. Fue casi todo de noche. Nos llevamos colchonetas e hicimos camas desmontando los respaldos de los asientos. La Zaragozana nos ayudó con cerveza, leche y agua», apunta Miñana. El Medina recibió una ayuda de la Federación Española de 150.000 pesetas. «Daba la sensación de que íbamos al fin del mundo. Hubo tramos del viaje que nevaba y tuvimos que bajar del autobús para destapar las señales porque no sabíamos dónde estábamos», dice Fuertes.

Las aragonesas se alojaron en el hotel Astoria. Leipzig era una ciudad triste. «Me recuerda a la pandemia que hemos pasado. La gente iba a lo suyo y madrugaba mucho para trabajar. Era peor que la dictadura de España, porque nosotros nos movíamos libremente y en Alemania tenía que acompañarnos un comisario político para salir a la calle». En su estancia en España las alemanas se quedaron sorprendidas del ambiente en Zaragoza. «Lo veían todo tan iluminado y con tanta gente por la noche en el Paseo Independencia que les parecía raro», confiesa Miñana.

El partido de vuelta las diferencias fueron mayores. Ganaron las locales por 35-9. «!Y despues coge el autobús y vete para casa!», afirma Fuertes. El pabellón era un edificio grande y antiquísimo. «En la parte baja estaba el gimnasio y arriba la pista de juego. Me llamó la atención que el público era muy silencioso y no aplaudía», explica Fuertes.