Al terminar el partido en Las Palmas, 1-1 y un punto más, la sensación colectiva en la expedición del Real Zaragoza no era de felicidad sino de oportunidad perdida, especialmente en los últimos 20 minutos, jugados en superioridad. Al final de la jornada, el descenso, que en un momento de la temporada amenazó con un realismo brutal y que ahora ya parece una posibilidad lejana, quedó distanciado a cinco puntos. La reacción pesarosa de los futbolistas, lejos de celebrar el empate en un campo donde no ha ganado nadie, sirve como botón de muestra: la plantilla mira hacia arriba, no hacia abajo. Como el dedo de James.

La empresa, la de una resurección aún más extraordinaria que la de la campaña pasada, es muy compleja, aunque no imposible. El Zaragoza está en dinámica ganadora, por juego, por volumen de ocasiones y por convicción. En estos seis partidos con Víctor Fernández al mando ha sacado el 61% de los puntos, una marca estupenda que, no obstante, se antoja insuficiente para hacer realidad lo que a día de hoy es simplemente un sueño.

En una promoción baratísima (el factor Reus condiciona a lo alto), el Zaragoza necesitaría sumar al ritmo actual de aquí al final. En un playoff más exigente, que parece la opción más factible, el porcentaje de puntos que haría falta se dispara hasta más del 70%. Esa es la cifra que haría magia. Ganar 12 o 13 partidos de los 17 que quedan. Casi nada.