Víctor Fernández cumplió ayer el primer ciclo de cuatro partidos al mando del Real Zaragoza. En trazos gruesos, el resumen puede ser este: siete puntos de doce posibles, un buen promedio, a años luz de la etapa precedente. El equipo produce un interesante caudal de juego, en algunas fases en cantidades notables, domina la escena y el balón cuando con Lucas Alcaraz solo producía miedo. Y está haciendo goles, aunque no los marquen los delanteros, foco indudable de preocupación.

La fe del grupo no se cuestiona: cuatro partidos, cuatro veces por detrás, dos remontadas, una igualada y una derrota. Con muy poco, al Zaragoza le están haciendo mucho daño. Existe un problema importante en las dos áreas, que seguramente tiene que ver con la calidad de los futbolistas para resolver situaciones de gol con acierto y para solucionar problemas atrás sin desacierto. Víctor Fernández ha mejorado sensiblemente una cantidad relevante de variables futbolísticas, pero tiene una casa en la que algunas habas también se cuecen por calderadas.

A uno de esos problemas se refirió el entrenador específicamente ayer: el de las dos áreas. Esta fue su frase: «No tienen fácil solución». Es una realidad manifiesta que todo lo que sucede entre medias ha de tener un desenlace consecuente cuando el juego entra en las zonas definitivas. Al área contraria, el Zaragoza se acerca con fluidez. En la propia tiembla el misterio cada vez que le llegan, por poco que sea. Aunque no sea sencillo dar con el remedio, porque esto no es Primera sino Segunda, ahí debe poner Víctor el foco principal de trabajo.