Juan García nació hace 70 años en Madrid, pero en 1958 emigró a Zaragoza. "Siento a esta ciudad en el alma y mi mujer y mis hijos son de la capital aragonesa. Además, comencé a tirar en Aragón". Por si fuera poco, cuando se enfrentan el Real Madrid y el Real Zaragoza "quiero que gane el Zaragoza, aunque no soy socio del club".

García es militar retirado. Fue olímpico en los Juegos de Tokio y de México y compitió en dos Mundiales (en Wiesbaden, en 1966, fue cuarto). Sus primeros pasos en este deporte los dio en el cuartel. "El tiro es un deporte militar. Estuve destinado primero en la Academia General Militar y después en el Regimiento de Pontoneros de la capital aragonesa", apunta.

García confiesa que tuvo más facilidades dentro del ejército. "He sido aficionado al tiro a base de pan y cebolla. A mí me dieron 4.000 pesetas en diez meses y me pusieron de sucio e indecente los envidiosos, la gente de la federación nacional".

Desde que García tocó el cielo olímpico, la afición ha subido como la espuma. "Ahora hay muchas más licencias. He competido en Nacionales que estábamos 17 tiradores y ahora hay 500". La vida ha cambiado mucho. "En los sesenta España era una nación de piojos y en Lavapies había edificaciones con un retrete para ocho familias. Después, llegó la prosperidad", indica.

Modalidades

García tiraba grueso calibre con una pistola automática. "Hice un récord que creo que está todavía imbatido, que era de 47 dieces y 13 nueves a 25 metros. Esa modalidad la dominaba muy bien". Ahora practica la pistola neumática. "Hay armas muy sofisticadas y una gran afición en Zaragoza".

Pero la especialidad que practicó en los Juegos fue la de "pistola libre. Hay que colocar los tiros a 50 metros sobre un círculo que mide cinco centímetros. Se tira de pie, sin apoyo y con el brazo al aire", recuerda el deportista.

A Tokio fue con 30 años. "El viaje era un aliciente. Fuimos varios aragoneses. Garriga era un saltador con mucha potencia, el boxeador Valentín Lorén pegó al árbitro y José Luis Alonso tenía una fábrica de máquinas de tirar al plato". En Japón, Juan García terminó el 12 entre 100 tiradores.

En 1967 hubo una preolimpiada en México en la que "me llevé el bronce. El Comité Olímpico Español me regaló un Rolex, que valía 12.000 pesetas en aquella época". Una año más tarde no tuvo suerte. Terminó por la mitad de la tabla. "La víspera de la prueba estuve relajado en la villa olímpica dormitando y por la noche no concilié el sueño". Por si fuera poco, "en los aeropuertos cogía la maleta con el brazo derecho, hice remo y cortaba leña. Estos ejercicios no eran buenos para el hombro y para el tiro hay que tener los músculos relajados y descansados", afirma.

México 68 fueron los Juegos de los 8,90 de Bob Beamon en la longitud. "La delegación española estaba viendo por la tele el concurso y le gritaron a Pipo Areta lo que había realizado el estadounidense".

Para Juan García, ser olímpico en tiro es más difícil en la actualidad puesto que "hay mucha más licencias. Lograr la escarapela olímpica es entrar en la cátedra del deporte". Pero García no cambia todo su historial por una medalla olímpica. "Un Campeonato de España de veteranos también tiene su aliciente y ganar me da una gran satisfacción. Pero es una gran meta lograr una medalla en los Juegos en la categoría absoluta", afirma.

Con los años, los tiradores pierden facultades. "Este es un deporte muy cerebral. Es necesario tener un equilibrio físico y psíquico y las personas mayores no tiene los reflejos de un joven", afirma.

Aficiones

Ahora Juan García compite en la categoría de veteranos. Además, practica ciclismo con el "Movimiento en Defensa de la Bicicleta. Estos no son de los que los que salieron desnudos el otro día por el Paseo Independencia. Es una asoción lúdica y deportiva cuyo presidente es Angel Giner. Hacemos excursiones muy bonitas".

Por si fuera poco, a este veterano del deporte también le gusta la pesca submarina, "en el Estrecho de Gibraltar he cogido congrios de 18 kilos, meros, lenguados, centellos..." y el paseo a pie.

En la casa de Juan García se vive intensamente el deporte. Tiene tres hijos. "Ana y José Ramón son grandes deportistas y Cristina es una magnífica pianista", concluye el veterano deportista.