Existen mil teorías acerca del destino. Unas señalan que aparece escrito en la partida de nacimiento, otras afirman que el camino se escribe día a día. Destino o vocación, la vida de Merche Estallo vino marcada en su código genético. Sus padres le dejaron en herencia la afición por el deporte. En una visita al pediatra, el médico les aconsejó que la inscribieran en un club de judo para «aprender a caer». Ahí empezó todo.

Su familia se trasladó a Zaragoza cuando Merche estudiaba 5º de primaria. Ingresó en el colegio Sansueña. Allí conoció otro deporte: el atletismo. De esta manera combinó las dos disciplinas durante unos años.Las hojas del calendario fueron cayendo. Merche tenía que decidir su futuro y no tuvo una sola duda. Quería estudiar INEF (Ciencias de la Actividad Física y el Deporte). Durante ese tiempo practicó varios deportes y se hizo amiga de algunas chicas que jugaban a rugby. Poco a poco le cautivó la nobleza de esta disciplina, pero no pudo empezar a jugar.

Con la licenciatura bajo el brazo, Merche volvió a casa. Encontró trabajo en Zaragoza y, a la par, investigó los equipos que había en la ciudad. El Fénix fue el afortunado. «Siempre había practicado deportes individuales y me apetecía cambiar. Pensé en el hockey sobre hielo pero me decanté por el rugby por los valores que transmite. Es una filosofía de vida cuyos principios enfocan un punto muy concreto: la persona. Cada jugador importa, incluso más que el juego», destaca.

Han pasado cuatro temporadas y media desde aquel sí, quiero. A sus 29 años, Estallo cumple una apretada agenda. Es una mujer todoterreno. Vive en Huesca, es profesora en el instituto Martínez Vargas de Barbastro y se desplaza a Zaragoza para jugar. Pertenece a una generación acostumbrada a disfrutar con el triunfo de la mujer en la práctica deportiva. Ese destino del que hablábamos al comienzo le cruzó con figuras importantes que la apoyaron en todo momento. Recuerda a un profesor de su escuela que le explicó que «la mujer tiene un mayor toque de inteligencia del que carece el hombre en el desarrollo del juego».

Esta doctrina está más representada cada día en la sociedad. Poco a poco, las mujeres acceden con más frecuencia a cargos de responsabilidad en los clubs deportivos. También en el rugby. «Formamos una plantilla que comprende muchas edades: desde pasados los treinta hasta chicas jóvenes de 16. Además, desde hace poco tiempo también hay un equipo en la categoría sub-8 compuesto por diez niñas. Eso es muy importante. Podemos hacer una plantilla solo de niñas, algo que antes era impensable», cuenta Merche.

No ha pasado mucho tiempo desde que las mujeres deportistas sufrían los clichés de la sociedad. Algunas, incluso, aún lidian con ello. Para Merche esas críticas pasaron de puntillas, sin hacer ruido. «Por suerte no he recibido comentarios. Recuerdo a un profesor de fútbol de la carrera. Me dijo que si fuera chico ya estaría trabajando. No le di importancia porque sabía que el fútbol no era mi deporte», cuenta.

El rugby es una disciplina con, cada vez, más adeptos. Muchos de ellos, mujeres. Apenas dos días después de su llegada al Fénix, Merche disputó su primer partido. «Me pitaron todo tipo de faltas porque aún no tenía asimilado el reglamento, pero poco a poco fui aprendiendo gracias a mis compañeros y comencé a disfrutarlo».

La camaradería es la seña de identidad de este deporte. Su finalidad, como cuenta Merche, es «formar buenas personas». «Todos compaginamos el rugby con nuestras vidas, por lo que no podemos estar tanto tiempo juntos como los deportistas profesionales. Aún así, la relación es magnífica. Nos conocemos y enseguida percibimos lo que le pasa al otro. Hay una actitud positiva y eso también se nota en el campo».

Merche ha cambiado mucho. Ahora concibe el deporte como una oportunidad para «disfrutar» y ser «mejor persona», porque, como ella dice, cuanto mejor persona eres, mejor jugadora serás. Estos años le han permitido amueblar la mente, ayudar a «la gran familia» que conforma el club y, por ello, es una referente en el vestuario y un ejemplo para muchas mujeres que comienzan su trayectoria deportiva. Siempre abierta a los demás con una sonrisa dibujada en su rostro.