Como todos los deportes de equipo, el fútbol también es una búsqueda constante de los espacios. Para encontrarlos Natxo González tiene una manera de intentarlo muy específica. Concentra muchos jugadores por dentro para crear amplitud en las bandas. Las diagonales y los laterales adquieren un rol fundamental en la fase ofensiva para generar peligro al rival. En esa manera de proceder, el entrenador del Real Zaragoza juega con un solo delantero. Y de ahí a Borja no lo mueve nadie esta temporada. Es un cañón, un goleador magnífico, incuestionable en su condición.

Como consecuencia, el segundo punta de la plantilla apenas ha tenido oportunidad de participar. No fue el único (Guti estuvo espléndido, centrocampista todoterreno ya muy hecho, con rigor táctico, calidad física y pie; Lasure respondió con profesionalidad tras tiempo inactivo y Raí, aunque erró la que tuvo, incordió y se dejó ver), pero Vinícius reclamó una cuota de protagonismo que hasta ahora no ha disfrutado. Ante el Valencia entendió el juego, su papel, realizó buenos movimientos, aguantó el balón, encontró espacios a la espalda de los defensas, desahogó, tocó y el peligro se asoció a su nombre. En definitiva, reclamó minutos donde debe hacerlo un futbolista: sobre el césped.

Esta temporada, el Real Zaragoza tiene cinco o seis hombres de un nivel superior y, cerca de ellos, una solvente y amplísima remesa de jugadores capaces de ser titulares en cualquier momento. Por ahora, Natxo no le ha encontrado un sitio a Vinícius más allá del banquillo. Con su esquema habitual, Borja le cierra por completo la puerta de la punta del ataque. El brasileño, sin embargo, tiene condiciones y complementariedad suficiente para actuar con el ariete gallego, a su lado o incluso algo por detrás. En Copa, sobre el verde, reivindicó su figura. Nadie puede dormirse. Ni Buff, indiscutible para el técnico pero, por los méritos contraídos hasta la fecha, el más suplente de los titulares.