Se acabó. Dos meses y cuatro días después, el Real Zaragoza volvió a ganar un partido. Adiós a la crisis, al infierno y a la posibilidad de igualar la peor racha en Segunda desde el último descenso. Ganó al Zaragoza porque fue mejor que un paupérrimo Nástic y porque fue capaz de sobreponerse, por primera vez en casi dos años, a un tanto adverso. Pero ganó, sobre todo, porque su técnico fue valiente y lo cambió todo. Lucas Alcaraz dio la vuelta al equipo como un calcetín, desechó el rombo y dispuso un equipo nuevo en todos los sentidos. Tres centrales, dos carrileros, tres medios y dos delanteros. Una fórmula habitual en equipos que se desangran por detrás.

La revolución fue total. A los tres cambios obligados respecto al once que fracasó ante el Granada, el técnico añadió otras modificaciones de cosecha propia. Alcaraz exigió en la previa mayor determinación, lo que viene a ser una sutil manera de reclamar decisión, voluntad, arrojo y valentía. Más valor y menos miedo. Narices, en definitiva. Dejó el granadino fuera a James y Zapater y otorgó la titularidad a Ros y Pep Biel, que debutaba esta temporada. Pero hubo más. También fue titular Nieto, que, de forma sorprendente, formó en esa novedosa defensa de tres centrales junto a Perone y Verdasca. Álex Muñoz volvió a quedarse fuera.

El rombo, pues, dio paso a un 5-3-2 o 3-5-2 que perseguía dotar de mayor seguridad a un equipo lisiado. La cuestión iba a ser averiguar cómo digería el Zaragoza tantos cambios y de tamaño calado. Y la cosa no pudo empezar peor. Para variar, un grave error individual mandaba al garete todo lo diseñado en la pizarra. No habían pasado cuatro minutos desde que el árbitro mandó sacar de centro cuando Verdasca, despistado, abandonó la marca de Fali a la salida de un córner. El tanto revivió fantasmas y maldiciones. De nuevo, a remolque. Como casi siempre.

El bofetón dejó al Zaragoza temblando durante un buen rato. Se diría que casi toda la primera parte, periodo en el que el fútbol brilló por su ausencia para abrir paso a un recital de despropósitos, miedos e inseguridades de dos equipos maltrechos. Tristes.

Otro error de Verdasca estuvo cerca de agravar las heridas de un Zaragoza encomendado a los balones largos de los centrales y sin rastro de Eguaras. En todo caso, el guion previsto por Alcaraz, que ya avisó de que el partido no iba a ser la alegría de la huerta. Balón parado, segunda jugada y juego directo. Pues eso.

No tenía pinta el Zaragoza de marcar tampoco ayer. Solo Pombo transmitía cierta sensación de peligro. Gual, tan voluntarioso como errático, siempre estaba demasiado lejos de todo. Pero conforme avanzaba el encuentro crecía la figura de un chaval balear, con el 26 a la espalda y nuevo en la oficina. Pep Biel, el único que no había contado hasta ahora para nada, fue mucho. No es fácil derrochar tanta personalidad como hizo ayer un futbolista que ayer derribó la puerta a golpes. Ya en el último tramo de la primera parte, Biel se echó al equipo a la espalda a través del balón y de un posicionamiento táctico brillante tanto en las ayudas como en el despliegue.

El afortunado tanto del empate, rebasada la media hora, acabó de soltar al mallorquín y también al Zaragoza, que por fin veía portería tras 182 minutos de sequía. El tanto llegó de la única forma que parecía posible ya que los aragoneses no parecían capaces de acertar. Un saque de esquina botado por Javi Ros metió en un lío a Djetei, que marcó en propia puerta y quitó una losa de una tonelada de la espalda del conjunto aragonés.

Porque el tanto soltó al Zaragoza y acabó de liberar a Biel, que a partir de entones se adueñó del partido. Su segunda parte fue excepcional, como la de Nieto, ese sorprendente miembro del trío de centrales. La cantera, de nuevo, salía al rescate del Zaragoza.

Martín, que se olía el percal, cambió pronto. Al cuarto de hora de la reanudación ya había hecho dos cambios y poco tardó en modificar también el sistema. Fue cuando Biel mandó a la red de forma magistral un lanzamiento de falta directa mediado el segundo periodo. El Zaragoza sacaba petróleo de una ocasión y media y sacaba la casta cuando más negro estaba el cielo.

Martín echó mano de Barreiro en busca de poderío en las alturas, pero el Zaragoza casi nunca sufrió. Apenas un disparo desviado de Suárez y un despiste de Cristian crearon cierta incertidumbre a un equipo que solo respiró tranquilo cuando Álvaro, que había salido poco antes por un desacertado Gual, fue el más listo de la clase al aprovechar una cesión garrafal de Jiménez y sentenciar el choque. Algo ha cambiado. Viva la revolución.

Nástic 1

Real Zaragoza 3

Nástic: Becerra, Djetei (Barreiro, m.68), Albentosa, Mejías, Fali (Rocha, m.61), Javi Márquez, Javi Jiménez, Brugué, Coris (Morente, m.52), Suárez, Del Moral,

Real Zaragoza: Cristian, Delmás, Perone, Verdasca, Lasure, Eguaras, Ros, Nieto, Pep Biel (Zapater, m.84), Pombo (Aguirre, m.93), Marc Gual (Álvaro, m.71)

Goles: 1-0, m. 4, Fali. 1-1, m. 32, Djetei, en propia puerta. 1-2, m. 64, Pep Biel, de falta directa. 1-3, m. 90, Álvaro tras error en la cesión de Javi Jiménez.

Árbitro: Milla Alvendiz, C. andaluz.

Tarjetas: Mostró la cartulina amarilla a los jugadores locales Albentosa, Suárez y Rocha y a los visitantes Nieto, Pombo y Cristian Álvarez.