El enredo en el que Agapito Iglesias ha convertido la venta y la posterior reventa del Real Zaragoza es monumental. Al olor de la carnaza, aunque ahora mismo la SAD no sean más que los mismísimos huesos, han pasado compradores disfrazados de jeques o Kadir Sheikh y sus ostentosos cheques. Ahí siguen en la carrera Javier Lasheras y cía agarrados a la vía mexicana, Nayim tratando de conformar una candidatura con solvencia económica para ganar la partida a contrapié y la fundación liderada por César Alierta, la última y esperanzadora aparición por su capacidad financiera y que trata de hacerse con el control del club asfixiando a Agapito por ahogamiento, moviendo sus piezas en los estamentos de poder y sin aparente negociación, al menos que se vea, con el destructor del Real Zaragoza.

Todo ello en un mes de locura para la SAD, cada día más deteriorada por la delirante afición de Iglesias a responder con un órdago mayor a cualquiera que reciba, venga de donde venga y tenga el coste que tenga. Quizá esta mañana amanezca y cambie de opinión, pero el empresario soriano, sin cuyo visto bueno nada se puede hacer para traspasar el paquete accionarial mayoritario, sigue jugando al gato y al ratón y tratando de obtener rédito económico de una situación límite y desesperada.

El zaragocismo se manifestó con rotundidad. No quiere en la SAD a trileros ni oportunistas. Ni por supuesto a marionetas de Iglesias. Ni a él mismo. Quiere a gente seria y capacitada en verdad para reflotar este barco hundido. Esa es la voluntad mayoritaria. La de Agapito... Ese es otro cantar.