Ni Víctor ni victoria. El Real Zaragoza que sucumbió anoche ante el Almería no se pareció en nada al de los partidos anteriores con el técnico aragonés. Ni rastro de entusiasmo. Ni de alegría. Ni de descaro. Fue más parecido a aquel Zaragoza anterior apocado, tímido, inseguro y cobarde. La derrota, la primera de Víctor en La Romareda, no solo confirmó que la temporada es un absoluto fracaso y que ya solo se puede mirar, si acaso, hacia abajo, sino que lo que queda por andar se antoja un camino tortuoso. Porque el Zaragoza vuelve a la nada y a tierra de nadie. Con doce jornadas -trece contando el choque ante el Reus- por delante, se impone llegar al final sin mayores daños. Las heridas, ya de por sí, son sangrantes.

El Almería, un equipo mucho más hecho que el Zaragoza, dio continuidad a su gran racha -ha perdido solo un partido de los últimos 15- y se impuso en La Romareda, sobre todo, porque tiene claro quién es, qué pretende y, sobre todo, cómo quiere conseguirlo. El Zaragoza de Víctor también había rescatado cierta identidad y una personalidad que, sin embargo, parece haber perdido por completo. Ya dio indicios de ello ante el Albacete o en Pamplona, pero la entidad de ambos rivales y condicionantes como la expulsión de Eguaras -al que el equipo echó ayer mucho de menos-, obligaban a aplazar cualquier conclusión. Ayer quedó claro que el Zaragoza no es el que era. Es peor. Mucho peor.

El Almería empezó haciendo daño desde los costados. Francisco había estudiado muy bien al Zaragoza y, a través de Corpas y Rioja, amenazaba a un equipo aragonés que, al contrario que su oponente, llegaba por el centro o con diagonales. Un disparo de Soro y otro de Linares anticiparon lo que sería el resto del primer periodo. Más de lo mismo. El Zaragoza era un equipo aseado, pulcro, con buen aspecto, pero más inocente que el asa de un cubo.

El Almería, por el contrario, dotaba de más seriedad a sus acometidas. Álvaro Giménez, descomunal durante toda la noche, ya estuvo cerca de marcar a los cuatro minutos, pero Cristian, el eterno ángel de la guarda del Zaragoza, evitó el tanto.

Hasta el descanso, el equipo aragonés, de la mano de James, tenía el mando pero nunca pareció disponer del control de un partido ante un Almería que traía a Benito y Lasure, una de las novedades del once zaragocista junto a la vuelta de Pombo y el regreso de Ros, por la calle de la amargura.

La historia era conocida. El Zaragoza gestionaba bien hasta la línea de tres cuartos y ahí se le nublaba la vista. Los zaragocistas, como en el caso de Pombo, tiraban cuando debían ceder el esférico y dejaban pasar el balón en posición franca de remate, como hizo Soro a la media hora.

El enésimo disparo sin veneno de Pombo y un centrochut de Álvaro Vázquez abocaron al descanso a un Zaragoza apañado, pero, como en los últimos cinco meses, incapaz de marcar en casa en la primera parte. Demoledor.

Pero lo peor estaba por venir. El Zaragoza se fue convirtiendo en un equipo destensado y apático repleto de futbolistas inseguros y desconfiados. Álvaro Giménez dio el primer aviso a los trece minutos de la reanudación. El peligro, de nuevo, vino desde un costado. Un centro desde la derecha que Cristian despejó en corto acabó, tras varios rechaces, en el tacón del estupendo delantero del Almería, al que solo una intervención divina de Cristian privó del gol. Pero el argentino nada pudo hacer apenas un par de minutos después, cuando el propio Álvaro cabeceó a la red una falta lateral provocada por la enésima llegada desde un lado. Esta vez, desde la izquierda.

El tanto dejó grogui a un Zaragoza carente de chispa y de rasmia. Ni rastro de aquel equipo que divertía y se divertía. El Almería esperaba agazapado sabedor de que el enemigo estaba nervioso. Todo estaba en su sitio.

Víctor tardó casi diez minutos en reaccionar y cuando lo hizo fue con un doble cambio. Pombo y Linares fuera y Gual y Aguirre al campo para formar con una especie de 4-4-2 desordenado que, al menos, devolvía a Álvaro a la punta de ataque, su hábitat natural y desde donde marcó el empate a un cuarto de hora del final aprovechando una gran triangulación iniciada por Soro y continuada por Ros.

Antes, el otro Álvaro había tenido en sus botas la sentencia, pero fue Saveljilch el que, otra vez a balón parado, cabeceó a la red en el 83 ante la pasividad de Verdasca. El equipo, nefasto en la segunda mitad, ya no reaccionó. El desastre se había consumado y la inocente expulsión de Soro lo empeoraba todo aún más. El Zaragoza había vuelto a la nada. Un lugar sombrío y triste. Y donde hace frío. Mucho frío.

R. Zaragoza, 1: Cristian Álvarez, Alberto Benito, Verdasca, Chechu Dorado, Lasure; Javi Ros, James; Soro, Pombo (Aguirre, min.67), Linares (Marc Gual, min.67); y Álvaro Vázquez.

U.D. Almería, 2: René Román; Romera, Saveljich, Juan Ibiza, Iván Martos; Eteki, César de la Hoz; Corpas, Juan Carlos Real (Rocha, min.77), Luis Rioja (Narváez, min.68); y Álvaro Giménez (Demirovic, min.88).

Goles: 0-1. min.59. Alvaro Giménez; 1-1. min.76. Álvaro Vázquez; 1-2. min.83. Saveljich.

Árbitro: Varón Aceitón (Comité Balear). Expulsó con roja directa al zaragocista Soro (min.92). Amonestó con tarjeta amarilla a los locales Albaro Benito y Verdasca y a los visitantes De la Hoz, Iván Martos y Saveljich.

Incidencias: partido correspondiente a la jornada 28 de Liga disputado en el estadio de La Romareda de Zaragoza ante unos 16.000 espectadores.