No busquen por aquí explicaciones procedentes de la planta noble del Real Zaragoza. No las encontrarán. Porque no las hay. Han pasado cerca de cien horas desde que el equipo aragonés se aseguró la salvación y, con ello, el séptimo año consecutivo en Segunda División, pero nadie ha salido a dar la cara más allá de los futbolistas y, por supuesto, de Víctor Fernández, erigido en el único portavoz. Ningún superior suyo ha hablado en público en los últimos cuatro meses. Bueno sí. Lo hizo ayer el presidente, Christian Lapetra, para presentar la renovación de un acuerdo de patrocinio. Y también la semana pasada. Entonces, en plena Romareda, con un proyecto de reforma del estadio de un partido político de fondo y con un micro propagandístico como altavoz.

No busquen disculpas ni posibles justificaciones de uno de los fracasos más rotundos en la historia de la entidad. El ascenso era el objetivo pero el Zaragoza ha estado cerca del abismo de la Segunda B. Pero semejante afrenta e ignominia no merece explicación alguna. No todavía. Es pronto. Todo se andará. «Ya encontraremos la vía y el momento adecuado», dijo ayer Lapetra al lógico requerimiento de los medios. Nada más. El único mensaje trasladado a un zaragocismo herido y maltratado se centra en que aguarde. Como si no llevara toda una eternidad haciéndolo.

El silencio de la planta noble escuece por improcedente e irrespetuoso. Nadie asume responsabilidades. Nadie entona el mea culpa. Nadie anima a hacer borrón y cuenta nueva. A mirar al mañana tomando nota de los errores cometidos. Quizá lleguen las disculpas, pero ya es tarde.

Porque la debacle merecía otra gestión bien distinta desde que el árbitro del Rayo Majadahonda-Córdoba puso fin a la agonía zaragocista. La deplorable salvación mantenía con vida al zaragocismo, incapaz, sin embargo, de desprenderse de esa sensación de orfandad que le invade desde hace tiempo.

No toca, dicen, que hable la Fundación. Ni el presidente. Ni la dirección general. Ni la deportiva. Nadie más allá de entrenador y plantilla, a los que se sigue abocando a dar la cara al mundo mientras el resto del club permanece oculto. Sin palabras.

La planificación inmediata no va más allá de la habitual rueda de prensa de un integrante de la primera plantilla. Hoy es el turno de Pombo, al que le tocará dar explicaciones, pero no hay previsión de desterrar la ley del silencio autoimpuesta en los despachos.

Hablarán, no les quedará más remedio, pero, otra vez, llegarán tarde. Esta vez, el balance era urgente. Porque nunca fue tan necesario pedir perdón por un fracaso intolerable. Pero no. Hace ya cinco días que jugó el Zaragoza y cuatro desde que selló la permanencia, pero el club sigue buscando la mejor fórmula y el momento más adecuado para dar explicaciones a una masa social ávida de mensajes, fe y esperanza. Pero aún no toca. Vuelva usted mañana.