—Nació en La Palma del Condado, como Miguel Pardeza, uno de los históricos de este club...

—Lo sé. Hará seis años que coincidimos en La Palma, yo estaba en el Sevilla Atlético y hablé un rato con él. Ya no lo he vuelto a ver, porque no vive en el pueblo y al fichar por el Zaragoza no se ha puesto en contacto conmigo. Sé que hablar de Pardeza aquí son palabras mayores. Sé su trayectoria, sus goles y su fútbol. Firmaría hacer la mitad de lo que él logró aquí. Y tanto que la mitad…

—El fútbol le viene de familia, con su padre y sus hermanos.

—Mi padre, Juan José, fue presidente, director deportivo y entrenador de La Palma. Y antes jugó en Segunda B, en San Roque de Lepe, por ejemplo, pero no en el equipo de nuestro pueblo. Y los tres hermanos comenzamos en el Centro Deportivo Siempre Alegres, donde se juega en La Palma hasta juveniles. Mi hermano Juanjo se fue a los 13 años al Barça y Alejandro y yo estuvimos hasta los 16 para irnos al Sevilla.

—El fútbol en su casa será pues una religión casi.

—Sí, casi. Mi hermano mayor era mediocentro e interior y se retiró en el 2013 y Alejandro, que ahora está en el Córdoba, es delantero. Yo jugaba también de ariete, de esos menuditos, de caer al espacio, delantero cojonero, vamos. Tanto Juan como Alejandro me han dado muchos consejos. Tenemos una hermana más, la mayor, que es muy futbolera, como mi madre. En casa se habla mucho de fútbol, por supuesto. Mi padre, que falleció cuando yo tenía 11 años, siempre nos decía que fuéramos nosotros mismos, que no se nos pudiera achacar el no dar el máximo y que siempre estuviéramos atentos para escuchar y para dar más.

—Alejandro es el que más lejos ha llegado de los tres. ¿Mantiene el sueño de jugar con él?

—Cada día que pasa es más difícil, pero quizá pueda hacerse realidad aún. Alejandro es un espejo para mí. Lo escucho muchísimo, estuvo ocho años en Primera, ganó títulos con el Sevilla y, para llegar a eso, algo bueno habrá hecho. Cuesta mucho mantenerse en lo más alto.

—¿Le contó que estuvo muy cerca de venir al Zaragoza?

—Lo sé. En el 2011 sus dos opciones eran Mallorca y Zaragoza, que lo quería con insistencia. No sé por qué se decidió, pero al final por el proyecto o por lo que fuera se marchó al Mallorca.

—¿Qué sintió el viernes cuando le vio coger el balón para lanzar el penalti, que luego falló?

—Cuando lo iba a lanzar no hablé con él para no meter el dedo en la llaga. No quería que lo cogiera para tirarlo. Miré el penalti y celebré ese fallo, por desgracia para mi hermano. Pero el fútbol es así y cada uno barre para su casa. Tras el partido le animé, le deseé toda la fuerza del mundo.

—¿Cómo llega al Sevilla?

—En juveniles y gracias a Pablo Blanco, secretario técnico. Desde los 12 años me estuvo convenciendo, pero con esa edad mi padre había fallecido recientemente. El Sevilla me dijo que me fuera, pero mi madre lo pospuso por los estudios y por estar con la familia. Pablo insistió esos años y al final llegó el momento.

—Luis Alberto, Jozabed, Alberto Moreno, Israel Puerto, Jairo Morillas, Atienza, el portero Sergio Rico…. En su generación había bastante nivel.

—Éramos una generación muy buena, con grandes futbolistas. Para mí el que marcaba las diferencias era Luis Alberto, que está en la Lazio. Ha tenido sus altibajos, pero, si está a gusto y encuentra su acomodo, da muchísimo.

—Deja esa cantera en el 2013 y, tras pasar por el Arroyo, el Algeciras y el Alcoyano, con 24 años decide firmar por el Barcelona B. ¿No era un poco tarde ya para llegar a un filial?

—Hay jugadores que con 30 años debutan en Primera. No sentía que fuera mi último tren. Había estado bien con Palop en el Alcoyano, una temporada de las mejores de mi carrera. Tenía la oportunidad de llegar al Barça, era un escaparate, confiaba en mis posibilidades y no me equivoqué.

—Fue decisivo el curso pasado en el ascenso con Gerard López y con el mismo entrenador no juega en Segunda. ¿Por qué?

—Acabó la temporada y me sentía a gusto, tenía contrato en vigor, algunas ofertas y el míster me pidió que me quedara. Lo hice por la oportunidad de jugar en el Barcelona en Segunda, por ese escaparate. Se cambió el director deportivo, que vino con la idea de priorizar a los jóvenes, por formarles. Lo que me jode es que no fueran claros y me dijeran que yo no contaba. Me he tirado cinco meses sabiendo que no iba a jugar. El saber que hagas lo que hagas no vas a tener sitio te acaba mermando, por eso tenía esas ganas de salir y de ilusionarme.

—No llegó a debutar en el Barcelona, pero sí entrenó con Messi.

—Es el mejor de la historia. Es que lo hace todo bien. Estuve entrenando un mes diariamente con él y aprendes mucho. Es un espectáculo, en el campo y en el trabajo día a día.

—Tenía mejores ofertas económicas de Segunda B, sobre todo del Mallorca, y vino aquí por menos dinero. ¿Cuál fue la razón?

—Porque en la vida no es todo el dinero. Dar un paso atrás en el sentido de categoría implicaba mucho más dinero, pero estar aquí dos años y medio me puede abrir muchas más puertas. Y hasta podría ser algo más de tiempo, ya que tengo una temporada más condicionada a objetivos.

—¿A quién pidió consejo para ver si aceptaba la oferta?

—Hablé con Ruiz de Galarreta, que estuvo aquí hace tres temporadas y que estaba conmigo en el Barça B. Me habló maravillas de la ciudad, del club y de la afición, aunque me avisó de que la grada era exigente, pero también me lo tomé como un reto.

—¿Qué objetivo se marca en el Zaragoza?

—Eso lo irá dando el día a día. El futbolista lo que quiere es jugar y mi idea es triunfar aquí y devolver al Zaragoza al sitio donde se merece, que es estar en Primera. Ojalá sea ya a corto plazo.

—Su techo está por ahora en Segunda, donde ha jugado poco en el Barça B y debutó ante el Córdoba con el Zaragoza. ¿Se ve con nivel para jugar en Primera?

—Por supuesto que me veo para jugar en Primera y ojalá sea aquí y lo antes posible. Así ya igualaría a mi hermano al menos una temporada. Ya ocho como él aún me quedarían lejos (sonríe).

—Ahora que la conoce mejor tras dos semanas aquí, ¿qué le parece la plantilla?

—Es muy joven, la tercera con menos edad tras los filiales, con un margen de mejora brutal y eso va a determinar por qué podemos pelear. Lo que más me ha gustado es la cercanía, la confianza y el buen rollo. Los buenos equipos se basan en ese buen ambiente. Borja es un delantero espectacular, con todas las características de llegar a la élite. Aquí hay mucha calidad, deportiva y humana.

—¿Qué le parece Natxo González como entrenador?

—Hasta ahora ha sido muy cercano conmigo, para que me adaptara lo antes posible, focalizando en mí para que interprete rápido lo que quiere y lo que no. Nunca he jugado con este sistema que está poniendo pero donde tenga que jugar me adaptaré.

—Debutó contra el Córdoba en la parte más adelantada del rombo, pero su puesto está en la banda y con el actual sistema no hay extremos. ¿Dónde se ve más?

—Tengo unas características para jugar con otro dibujo, eso es evidente. Pero también puedo trabajar duro para adaptarme a lo que se me pida. También puedo jugar arriba. De pequeño jugaba de delantero centro, hasta el primer año en el Sevilla, donde por mis virtudes me pasaron a la banda.

—¿Cuáles son esas virtudes?

—Soy un jugador rápido, con desborde, de encarar e ir al espacio. Pero a mí, sobre todo, me gusta que me vean como un futbolista trabajador, que nadie sienta que no he dado todo de mí. Aunque no me salgan las cosas, que no me pueda achacar nadie eso.

—Diez goles y doce asistencias firmó el curso pasado. ¿Se siente más pasador que goleador?

—Yo creo que cualquiera disfruta más con el gol, aunque va por rachas y a veces entran más fácil que otras. Eso sí, dar un buen pase de gol también es bonito.

—Pablo Blanco asegura que lo que necesita para acabar de explotar es tener más continuidad.

—Estoy de acuerdo. Es que en las temporadas donde he tenido esa continuidad, en el Alcoyano y en el Barça B, he marcado la decena de goles y he dado mucho. Ojalá la tenga aquí.

—Aquí es su reto más ambicioso y con mucha más repercusión que en sus anteriores equipos. ¿Se siente preparado para esa presión, para saber llevar este escudo?

—Obviamente el estar dentro te hace ver claras la grandeza y la exigencia del Zaragoza. La presión hay que trabajar para que venga a favor y no perjudique. Eso lo marcan mucho los resultados y la confianza. En eso me baso. Para mí este escudo no pesa más que otros en Segunda. De momento, solo llevo 10 días y me veo muy tranquilo. Lo que noto es que este es un club grande que quiere volver a donde se merece. Eso es lo principal.

—¿Cuál es la meta de esta temporada para el Zaragoza?

—Por la tabla, la primera meta es huir lo máximo posible del descenso, que sigue a tres puntos. Una vez que estemos en una zona tranquila, todo lo que sea mirar para arriba... Y esta categoría es tan igualada que con tres triunfos te metes cerca de esa zona.

—Quedan 18 jornadas. ¿De verdad ve posible subir a Primera esta temporada?

—Por supuesto. Mientras hay vida, hay esperanza. Soy de las personas más ambiciosas que pueda haber. El Alcorcón, el año pasado, parecía descendido y se salvó. Mientras haya puntos hay que luchar. Si vamos recortando y hay opciones, ¿por qué no? Habrá que apurarlas hasta el final.

—¿Le queda la espina clavada de no haber jugado en el primer equipo del Sevilla?

—Soy sevillista desde pequeño, ya que mi padre lo era y también mi familia lo es. Estar en esa cantera cinco años aún reforzó más ese sentimiento. No es que tenga una espina clavada, aunque debutar en el Pizjuán era mi sueño. No tuve esa oportunidad. Pero hay que seguir en el camino, el fútbol son puertas que se abren y se cierran y ahora la del Zaragoza quiero aprovecharla.