Hubo un instante de la etapa, cuando ya se certificaba que la fuga consentida llegaría por un día a la meta, en que las imágenes de televisión mostraron a Chris Froome bromeando con Simon Yates cuando la maglia rosa trataba de ganar posiciones al frente del pelotón. Eran instantes para que los dos británicos más destacados de este Giro se intercambiasen unas bromas. Poco se podía pensar por aquel entonces, cuando todavía Pratonevoso se veía en el horizonte, que un ataque del cuatro veces ganador del Tour noquearía a su joven rival. Sonaron las alarmas. Y lo hicieron como siempre sucede en el ciclismo; cuando menos se esperaba y en el lugar más inesperado. Yates ahora solo dispone de 28 segundos de renta sobre un Tom Dumoulin que nunca se rinde.

En apenas kilómetro y medio, que no era ni exagerado ni duro, Yates se difuminó para demostrar que no era tan fiero como lo pintaban, que su pedaleo era torpe y, sobre todo, lo peor para él, que puede ser batible como vuelva a tener otro día malo en las dos etapas de montaña que quedan en el programa del Giro; hoy, con tramos de tierra incluidos en La Finestre, y el sábado. No se puede descuidar porque con 28 segundos de ventaja ya escucha el aliento de Dumoulin en el cogote.

Cuando parecía que toda la historia de la decimoctava etapa se resumiría con la victoria del prometedor alemán Maximilan Schachmann (24 años) por delante del veteranísimo y resistente Rubén Plaza (38 años) surgió la ira de Froome para animar no solo el día sino la clasificación general del Giro. Ver para creer. Y con Dumoulin atento en la retaguardia. El Giro no está sentenciado. Sigue muy vivo.