--Completó una gran carrera en Zaragoza. ¿Tan bien se adaptó al club y a la ciudad?--Sí, desde luego. Yo me consideraba aragonés, siempre me he sentido muy maño. Cuánto me ha gustado esa ciudad y cuánto cariño le tengo. Hace un par de años que no voy, pero he vuelto muchas veces. Cuando estaba de entrenador del Almería, coincidimos en Segunda y volví a La Romareda.

--¿Qué sensación le dio sentarse en el otro banquillo?--Tuve una sensación muy rara. Cuando pisé La Romareda sin ser mi campo fue una cosa muy extraña, de verdad.

--Dejó el club con la llegada de Radomir Antic. ¿Fue inesperada su salida?--No fue culpa de Radomir. Hubo una reestructuración con la llegada de Miguel Beltrán y Paco Santamaría y tuvimos que salir gente de toda la vida como Güerri o yo. Quizá podíamos haber aguantado uno o dos años más. Todo fue repentino, pasamos de ser titulares en el último partido de Liga a no valer.

--¿Aún recuerda aquel episodio de los marginados?--Sí. Aquello fue una cosa fea. Si nos lo hubieran dicho a final de temporada, nos habríamos buscado equipo y ya está. Yo no sabía ni qué hacer ni dónde ir, porque yo era del Real Zaragoza y de ningún otro club. Al final me fui al Alzira porque allí estaba mi hermano.

--¿No son muchos 369 partidos en un club?--Tuve la suerte de que nunca me lesioné. Solo dejé de jugar cuatro partidos por acumulación de tarjetas.

--¿De qué partido se acuerda?--De uno con el Celta que la prensa de Vigo tituló 'Casuco y diez más'. Bueno, una anécdota.

--¿Se quedó luego enganchado al fútbol?--Sí. Me saqué el título de entrenador. Fui a Lorca, Plasencia, Toledo y Almería, que llegué a un proyecto con los dos equipos de la ciudad ya unificados. Precisamente me llamaron para firmar cuando estaba en Zaragoza. En Almería estuve cuatro años y fue mi segunda casa, hasta que vendieron el club. Luego estuve en Murcia, Tenerife, Xerez y Castellón. En fin, lo que es la vida de los entrenadores.

--¿Ha seguido al Real Zaragoza?--Siempre. Forma parte de mi vida. Mi equipo de fútbol no es el Madrid ni el Barcelona, es el Zaragoza.

--¿Qué le parece?--Han tenido etapas muy brillantes, incluso ganando en Europa, pero ahora mismo la situación no es buena. Y es un club con un potencial tremendo. Quitando los cuatros grandes, no tenemos nada que envidiar a nadie. La afición responde, somos unos clásicos y podemos presumir de nuestras vitrinas. Pero, bueno, hay ciclos y está claro que este no es el mejor momento, incluso peleando para no descender a Segunda B.

--¿Qué haría?--El proyecto del Real Zaragoza debe ser ambicioso, agresivo y que convenza a la masa social de que se va a hacer un proyecto para ascender. Y luego hay que acertar con el entrenador y los jugadores.

--¿Sabe que no aciertan?--Para mí, el Real Zaragoza tiene un cosa fundamental que no tienen otros. Y es que ofrece jugar en el Real Zaragoza. En el Zaragoza no juega quien quiere, sino el que quiere el Zaragoza que lo haga. Se puede buscar gente que sea competitiva, joven y con proyección. Para eso están los servicios técnicos, para saber dónde encontrar los jugadores competitivos de Segunda y Segunda B.