La única victoria a domicilio del Real Zaragoza en el actual curso --Supercopa aparte-- fue precisamente en la Copa de la UEFA, en el Andruv Stadion de Olomouc, donde el conjunto aragonés jugó con la paciencia de la fortuna para imponerse finalmente al Sigma (2-3). Esta noche visita al Austria Viena en el Ernst Happel Stadion en su segundo encuentro de la liguilla, y lo hace como líder de su grupo tras imponerse en la primera cita al Utrecht con dos goles de Villa. Los austriacos, segundos en el campeonato de su país, asoman por debajo del nivel del equipo de Víctor Muñoz, pero esos detalles se tiñen de anécdota a estas alturas. Europa exige un carácter y una predisposición especiales. Hay que limar al máximo las confianzas, impregnar el encuentro con una personalidad propia y dar el golpe de gracia en el momento justo, sin despreciar las ocasiones, sin otorgar un milímetro de esperanza al rival.

El FK Austria, además, tampoco podrá apelar a la presión de su afición, ya que sólo se espera media entrada en el Ernst Happel, escenario de los partidos europeos del equipo austriaco por imperativo de la UEFA, lo que hace que el rival zaragocista de esta noche se acuerde del mayor ambiente que siempre le espera en su verdadera casa, el Franz Horr. Los tres puntos de este enfrentamiento, sumados a los que se arrancaron contra los tozudos y defensivos belgas, dejarían entreabierta la puerta de la siguiente ronda a la espera de los compromisos ante Dnipro y Brujas en busca ya de la lucha por una primera plaza que evitaría el cruce con los clubs que caigan de la Liga de Campeones. Por eso, no hay espacios para la duda ni para bajar la guardia por muy lejos que se esté de casa.

La imagen robusta que pide este partido se corresponde, por ejemplo, a la actitud que se exhibió frente al Sevilla. El Real Zaragoza tuvo un comportamiento general espléndido. El conjunto que entrena el danés Lars Söndergaard está al tanto de cuáles son las armas de su adversario, sin duda concentradas en el cañón de un revólver especialmente certero que sostienen David Villa, Javi Moreno, Savio y Galletti. Sin embargo también tiene apuntado entre sus informes que el Zaragoza sólo dispara en casa, que fuera de ese marco acogedor y familiar aún no ha demostrado nada del otro mundo ni de éste.

EL MISMO EXAMEN

De nuevo el mismo examen por enésima vez, y la pregunta de siempre: ¿romperá el Real Zaragoza ese perfil perdedor que muestra como visitante y volverá a caer preso de la depresión o dará continuidad por fin al desparpajo que derrocha en La Romareda? Víctor Muñoz, en un principio, no tiene previsto variar en exceso el once que derrotó al Sevilla. Si acaso algún retoque en el centro del campo, aunque es bastante probable que mantenga a los ganadores del domingo. Teniendo en cuenta que las exigencias se han reducido con el prematuro y doloroso adiós a la Copa del Rey en Tarragona hace una semana, las rotaciones que tan mal resultado le han dado al entrenador aragonés pasan directamente a un segundo plano.

En el mítico Prater vienés, el Zaragoza no se lo juega todo, ni mucho menos, pero podría despejarse bastante el camino con un triunfo frente a un enemigo que ofrecerá resistencia. El FK Austria, el equipo elitista de Viena, es un bloque formado por numerosos mercenarios, con jugadores que están agotando su carrera --Blanchard, Vastic o Rushfeldt-- y con nada menos que 15 nacionalidades distintas.

RUSHFELDT, DUDA DEL RIVAL En este equipo, que marcha segundo en su Liga, destaca su pareja atacante, que conforman el veterano Vastic, quien a sus 35 años aún sigue dando guerra junto a Rushfeldt, segundo máximo goleador de la Liga de este país y la gran duda de Söndergaard para esta noche por culpa de un tirón en un muslo. El exracinguista deberá pasar una prueba antes del partido. Las dos alas, los internacionales checos Sionko y Vachousek, y el cerebro del equipo, el exjugador de la Juve Blanchard, también destacan en un bloque que intenta aliarse con el balón dentro de sus limitaciones. Menospreciarlo sería un grave error para un Real Zaragoza que necesita no sólo ser líder, sino demostrarlo para futuros compromisos continentales en los que es posible que necesite vencer fuera.