La situación en la clasificación del Real Zaragoza ha cambiado de forma radical en apenas tres días. En los prolegómenos del encuentro frente al Numancia el equipo estaba incrustado al borde de la zona de descenso, una posición que generaba controversia ya que no se correspondía en absoluto con las sensaciones que transmitía el conjunto blanquiazul. Esta tesitura circunstancial se ha solventado en apenas tres días, ya que el club aragonés ha sumado dos triunfos que le permiten acechar la zona de promoción. Un periodo breve, pero suficiente para convertir las sensaciones en resultados gracias a la efectividad en las dos áreas y el fondo de armario del equipo.

La segunda parte ante el Real Oviedo fue el inicio de la consolidación, el equipo no consiguió anotar el tercer tanto que hubiera supuesto la victoria, pero se marchó del Tartiere con un botín aún mayor que el de los tres puntos. El equipo dirigido por Natxo González robusteció en Asturias la confianza en su modelo de juego, en unos ideales ligeramente desgastados por la consecución de diversos marcadores desfavorables.

Cargados de fe y seguridad lograron tumbar al Numancia y solidificar las buenas sensaciones en un triunfo simbólico. El que ha permitido asentar al Real Zaragoza. Un crecimiento originado desde la efectividad en las dos áreas, ese equilibrio de obligado cumplimiento en Segunda para estar en la zona alta. La defensa cada vez muestra una imagen más compacta y robusta. El tándem compuesto por Mikel González y Diogo Verdasca combina veteranía y juventud, pero muestran unas prestaciones defensivas de excelsa robustez. Los laterales son otro aspecto relevante dentro del fútbol que ha importado Natxo González, donde da igual quién juegue, todos están rindiendo de forma coral. Quizás, ese extenso catálogo de piezas para elaborar el once titular sea la mejor noticia para el Real Zaragoza, un fondo de armario amplio y que permita posicionar a los jugadores en función de las prestaciones del rival y las circunstancias de cada encuentro.

Aspecto que quedó demostrado en el Artés Carrasco ante el Lorca, donde Ángel Martínez se incrustó constantemente desde el flanco izquierdo al área contraria siendo indispensable en el triunfo. Con un Javi Ros que realiza las labores sucias que muchas veces pasan inadvertidas, pero que abrió la lata con la ayuda de Dorronsoro. Y Giorgi Papunashvili, que salió y besó el santo unos minutos después de saltar al césped. Un gesto que sirvió para evidenciar que el Real Zaragoza dispone de banquillo para rotar y seguir cumpliendo con los patrones de juego del técnico vitoriano. Dos partidos con la meta a cero y cinco goles anotados. Una muestra del crecimiento progesivo que ha permitido al club zaragozano dar un salto cualitativo el la clasificación. El fútbol solo entiende de resultados, pero rara es la vez que no acaba premiando a aquellos equipos que dominan e impresionan con su juego.