La temporada 2018-19 pasará a la historia como un martirio. Eso, en el mejor de los casos si finalmente se consigue la permanencia en Segunda División. Porque, en caso contrario, el drama se tornará en tragedia. Tampoco Víctor Fernández ha conseguido poner fin al calvario. Su extraordinario comienzo no solo permitió al equipo, hundido en la miseria, huir del descenso, sino que supuso un soplo de aire fresco en el vestuario y rescató la ilusión que el zaragocismo había perdido. Pero el equipo, débil de mente y extremadamente frágil en el apartado físico, se ha caído otra vez. Poco queda de aquel Zaragoza divertido, alegre y valiente que exigía Víctor. Es otro bien distinto. Pesado, lento, sin arrojo y preso de sus propios miedos e inseguridades. En fin, mucho más parecido a lo que venía siendo antes de la llegada del aragonés.

La trayectoria del Zaragoza advierte de una caída pronunciada que devuelve al equipo, castigado por la exigencia del calendario, al borde del abismo y acentúa el fracaso de una temporada aciaga. El conjunto aragonés es el segundo peor de toda la categoría en las últimas cinco jornadas, en las que apenas ha conseguido sumar tres puntos (una victoria ante el Elche en casa y cuatro derrotas en Pamplona, Granada y Mallorca y en La Romareda frente al Almería). Solo el Córdoba (2 puntos) ha acumulado menor cosecha durante este último tramo de la campaña. El Nástic, próximo rival de los blanquillos, también ha sumado tres puntos, pero rivales directos como Tenerife o Rayo Majadahonda han logrado nueve. El Extremadura ha acumulado siete y el Lugo, seis.

El declive contrasta con la puesta en escena del Zaragoza de Víctor, que fue capaz de lograr 14 puntos en sus primeros siete encuentros (triunfos en casa ante Extremadura y Oviedo, además de en Gijón y Lugo; empates en Las Palmas y en Majadahonda y derrota injusta en La Romareda frente al Málaga). En los últimos seis, apenas ha sumado cuatro. Y todos en casa (victoria ante el Elche y empate contra el Albacete). Es decir, el Zaragoza de Víctor ha pasado de conquistar dos puntos por choque a apenas 0,6.

EL QUE MENOS MARCA

La debacle también se refleja claramente en el apartado anotador. El Zaragoza es el equipo que menos tantos ha conseguido marcar en las últimas seis jornadas. Solo dos (de Álvaro ante el Almería y de Linares contra el Elche). En el resto fue incapaz de perforar el marco rival (en Pamplona, Granada y Palma y en casa ante el Albacete). En los primeros siete partidos de Víctor, el Zaragoza hizo once tantos (1,5 por partido). La media de los últimos seis es de 0,3.

La sequía es acuciante y evidencia los problemas ofensivos de un Zaragoza que ha dado un palmario y peligroso paso atrás. Ha pasado de crear una veintena de ocasiones por partido a ejecutar apenas un par de disparos a puerta. Ha pasado de números de ascenso a registros propios de una escuadra de Segunda B. Eso sí, el entrenador zaragozano, que ha sumado 18 puntos en 13 partidos -la mejor marca de los tres técnicos-, ha conseguido dotar al equipo de cierta jerarquía en casa, donde ha ganado tres de los seis encuentros disputados. Entre Idiakez y Alcaraz, la madre del cordero, solo vencieron uno.

Víctor rescató al Zaragoza, pero el peligro continúa. Al equipo no le da para ganar a los nobles -no ha doblegado a ninguno de los seis primeros- y necesita su mejor versión y la peor del rival para tener opciones ante un enemigo superior. Apenas tiene jugadores imprescindibles, ataca con balas de fogueo y defiende con escudos de plástico. Es un desastre a balón parado y cada vez llega menos y peor al marco rival.

Mientras, el silencio impera en la parte noble. La afición solo contempla el rostro de Víctor. Únicamente él da explicaciones y la cara. La dejadez en numerosos ámbitos se erige en un claro síntoma de decadencia de un club en el que cada vez aparece más nítida la necesidad de acometer cambios profundos.