Venció al Extremadura, al Sporting en El Molinón, perdió con el Málaga en La Romareda, empató fuera con el Rayo Majadahonda, derrotó al Oviedo en casa y ayer, en Las Palmas, sumó un nuevo punto. El Real Zaragoza de Víctor Fernández ha ganado tres de los seis partidos que ha disputado pero perfectamente podría haberlos ganado todos. La línea del equipo desde que se produjo el relevo en el banquillo, bienaventurado donde los haya, es netamente ascendente. El cambio ha sido notorio: en la etapa anterior, el Zaragoza siempre perdía o andaba coqueteando con la derrota y en la actual, o vence o siempre está cerca del triunfo. Ese regusto amargo que quedó ayer después de no haber podido sumar los tres puntos frente a un rival con diez los últimos 20 minutos es la prueba definitiva. Ahora el Zaragoza a veces dobla la rodilla o empata, pero es un equipo con alma ganadora y ambición.

El encuentro en el Estadio de Gran Canaria evidenció de nuevo la capacidad de respuesta ante la adversidad. Hubo otra notable reacción a un gol en contra. Hubo que remar contra la corriente, pero el equipo sumó, muestra inequívoca de personalidad. El partido no tuvo mejor color por un error individual de Verdasca en la primera parte que costó el 1-0 (hubo además otros) y porque, con Las Palmas en inferioridad, al Zaragoza le faltó serenidad y clarividencia para saber por dónde hincar el diente en el desorden local.

Pareció poco el punto, señal de cuánto ha cambiado todo. Pudieron ser tres. Pero el Zaragoza continúa en línea ascendente. Y ha encontrado un nueve: Álvaro volvió a marcar.