La diferencia entre el Betis y el Real Zaragoza estuvo en Denilson, un futbolística ciclotímico, caprichoso, impuntual en los partidos, pero brasileño hasta la médula. Hubo otro factor importante en el desequilibrio de un encuentro que empezó ganando el conjunto aragonés gracias a un excelente gol de Cani: la resaca física de la noche del jueves, cuando hubo que exprimir hasta la última gota de sacrificio para alcanzar la final de la Copa del Rey. Ese gasto extra y la clase de baile del centrocampista bético fueron claves en la derrota y en el regreso a la zona de descenso de la Liga en lugar de un Albacete que empató en Mallorca.

El Real Zaragoza pudo haber destrozado al conjunto de Víctor Fernández en media hora en la que los andaluces bucearon en un mar de ladrillos. Espesos, fallones en defensa, sin saber qué hacer con el balón pese a la baja presión de su enemigo, los futbolistas verdiblancos quedaron desnudos frente al absoluto control de Movilla y el ímpetu de Cani, quien a los dos minutos conectó un zurdazo seco e inalcanzable para Prats. Con todo de cara, se sucedieron varios contragolpes aragoneses bien tejidos en la medular, pero muy mal finalizados en el área. Precipitación, bisoñez, toques cándidos... Alfonso había obligado a lucirse a Láinez, aunque todo indicaba que el Zaragoza estaba a un paso de vivir una tarde plácida, desconectado por fin de las ansiedad, la angustia y los finales terroríficos.

SAMBA EN EL CUERPO Tuvo 30 minutos para amarrar los tres puntos y no soltarlos. En eso estaba el partido, en la elección del momento y en tener un poco de sangre fría para ejecutar al Betis. Entonces apareció Denilson en lo alto de una carroza, con una corona púrpura de rey, que es como llegan los brasileños cuando la samba les inunda el cuerpo, y empezó su particular carnaval tras despertarse de una larga siesta. En cinco minutos se sacó de la derecha un disparo a la escuadra que supuso el empate y fabricó una bicicleta para el tanto de cabeza de Alfonso. El Betis necesitó dos golpes aislados de genialidad y la entrada de Arzu en lugar de un apagado Ito para desmontar el laborioso dominio zaragocista y para devolver al armario el pijama con que se presentó a la cita.

El Real Zaragoza se perdió en la inmensidad de Brasil, y a Rebosio aún le andan buscando por algún paraje amazónico. Al peruano le tocó la ingrata labor de perseguir a Denilson, quien hizo de la cintura del lateral un lazo de regalo. El duelo fue como enfrentar a un peso pesado con uno mosca, y por ese carril se fugó el partido antes del descanso. Víctor prefirió que Rebosio permaneciera durante todo el choque junto al centrocampista, y éste continuó recreándose en diferentes suertes, desde el quiebro con el cuerpo hasta la huida por velocidad. Se fue de su sombra, también de Ponzio, que hizo de interior un rato, de Cuartero, que hizo de mediocentro y de extremo. El técnico zaragozano cegó la banda derecha hasta inutilizarla. Luego buscó a Yordi como arma alternativa en ataque, pero el gaditano vive en la calle melancolía, la que va paralela a la de la apatía.

Curso de baile aparte en la sala Denilson , el Betis no fue mucho. Algo de Alfonso, seriedad atrás y defensa de la ventaja adquirida. No necesitó a Fernando ni a Joaquín, que se tomó el día de descanso. La escuadra andaluza se limitó a resguardarse mientras el Real Zaragoza daba señales, cada vez más alarmantes, de agotamiento. Milito rozó el clásico empate de la agonía con un testarazo que Prats desvió en una espectacular intervención. Pero esta vez el tiempo final, todo el tiempo del mundo, fue para Denilson, quien jugó en Brasil, un espacio demasiado lejano para la comprensión de este Real Zaragoza.