Sin samba, sin demasiada brillantez y con sufrimiento, el Madrid dejó en la cuneta a un Bayern con poca pólvora (1-0) y se metió en cuartos de final de la Liga de Campeones. Los blancos rentabilizaron el gol de Zidane, estupendo durante todo un choque con excesivo sudor y una tángana final fruto de lo ajustado del marcador de la eliminatoria, pero vivieron en el filo de la navaja durante la segunda mitad, en la que estuvieron a merced del conjunto alemán. El francés perfumó el partido y a sus compañeros con una actuación soberana en la lectura de los momentos, en los controles del balón, en el derroche de clase y sabiduría necesarios cuando suenan los sables. El y Casillas, el eterno escudo blanco, se elevaron por encima del sonido de los tambores, de una guerra complicada y áspera.

Después de recibir las últimas consignas del rey Juan Carlos en el vestuario, el Madrid pareció no tener demasiada prisa. Ni una sola revolución de más, máxime después de comprobar que la estrategia del Bayern estaba diseñada para aguantar las acometidas blancas y esperar a que el choque madurara. Con muchas precauciones y midiendo cualquier movimiento, el conjunto alemán apenas lograba desdoblarse para encontrar a Makaay. Tampoco al Madrid le entró la calentura de resolver de golpe, máxime sin tener a Ronaldo y sabiendo que el marcador inicial le bastaba.

La cuestión era saber si el Real Madrid lloraría a Ronaldo frente al Beyern. Lágrimas no se derramaron porque los blancos continúan adelante en Europa, pero la ausencia del brasileño se dejó notar en un equipo que sigue amparándose en su ingente caudal individual, en la inspiración de Casillas y en la permisividad de sus enemigos. Raúl ocupó la posición del Fenómeno, pero su entusiasmo por el regreso tras la lesión apenas inquietó a la defensa alemana, tan resolutiva como blanda en el tanto madridista, concedido tras una indecisión general.

JUEGO ELABORADO Lejos de plantear unan batalla épica o de buscar su explosiva pegada, el Madrid se dedicó a elaborar, con Guti y Zidane leyendo bien el choque. El francés volvió a poner su dosis de talento hasta erigirse con facilidad en el mejor jugador del choque. Suyo fue el tanto que terminó con la media hora de tanteo entre ambos equipos, que rozó una cierta indolencia. Un balón alto peleado por Salgado ante Kovac terminó en Zidane, que remató en escorzo con la izquierda, con Kahn desplazado (m. 32).

GOLPE DEFINITIVO El tanto cambió el signo del encuentro y ambos equipos comenzaron a parecerse más a sí mismos. El Madrid buscó el golpe definitivo, mientras que la necesidad llevó al Bayern a rescatar lo mejor de su repertorio. Tanto, que los alemanes se fueron al descanso con más oportunidades que su rival. En cinco minutos pudieron dar vuelta la situación, pero ahí estaba Casillas para salvar los muebles y el decorado. Primero detuvo un empalme de Zé Roberto (m. 40) y luego un disparo envenenado de Makaay al filo del descanso. Salgado le echó una mano y sacó un remate de Makaay, con Iker batido.

Tampoco le faltó trabajo al guardameta blanco en la segunda parte, con su equipo metido atrás, sufriendo de lo lindo y sin tener el balón. En pleno asedio alemán, el árbitro le perdonó la segunda amarilla a Salgado, quien se llevó por delante a Zé Roberto. Fue el Bayern, sin embargo, quien se quedó en inferioridad con un Lizarazu casi roto sobre el campo por causa de una lesión muscular. El Madrid sorteo una reyerta final y, más infiel a su instinto natural, aguantó y puso fin a su agonía, a un encuentro rácano donde hubo suspiros por Ronaldo y murmullos de admiración para ese perfume francés conocido por Zidane.