El Día Mundial del Medio Ambiente, que se celebra hoy 5 de junio, se centra este año en la biodiversidad y lleva por lema La hora del planeta. Eventos recientes como la crisis del coronavirus han revelado la estrecha relación que existe entre los sistemas en los que se sustenta la vida en la tierra y bajo el agua, y la salud humana. El deterioro medioambiental crea unas condiciones idóneas para la aparición y propagación de nuevas enfermedades, como el covid-19.

Según Naciones Unidas, las actividades humanas han alterado significativamente la vida en la superficie terrestre y en los océanos. Solo entre el 2010 y el 2015, desaparecieron en el mundo 32 millones de hectáreas de bosque, y en los últimos 150 años, la superficie de arrecifes de coral vivos se ha reducido a la mitad. El hielo glacial se derrite a velocidades extraordinarias mientras crece la acidificación de los océanos, una amenaza para la productividad de los mares. Las especies de vida silvestre están desapareciendo entre diez y cien veces más rápido ahora que en los últimos 10 millones de año, y dentro de la próxima década, una de cada cuatro especies conocidas podría extinguirse.

Para el organismo internacional, «nos encontramos al borde de la extinción masiva y, si continuamos por este camino, la pérdida de biodiversidad tendrá graves consecuencias para la humanidad, incluido el colapso de los sistemas alimentarios y de salud. Revertir la pérdida de biodiversidad es la única forma de restaurar el planeta y mantenerlo saludable».

Aragón no es ajeno a esta amenaza que también se cierne sobre sus ecosistemas y especies. Un informe reciente del Centro de Estudios Pirenaicos alertaba de la pérdida de glaciares y cambios en la biodiversidad de las cumbres en la cordillera pirenaica como consecuencia del calentamiento global. Según constatan sus investigaciones, estas masas de hielo han experimentado una reducción del 88% de su superficie desde 1850. La temperatura ha subido 0,3 grados por década y las precipitaciones han bajado un 10%. Un ejemplo reciente de esta realidad alarmante es que en octubre del 2019 el glaciar del Pico Arriel, en el valle de Tena, desapareció completamente.

Y este no es el único efecto en Aragón. El aumento de la temperatura global también guarda relación con una mayor incidencia del mosquito de la malaria aviar que provocó la muerte de cinco quebrantahuesos, una especie en peligro de extinción, en la sierra de Guara. Además, el aumento de la temperatura media del planeta ocasiona afecciones en otros ecosistemas de la comunidad, como ríos, lagunas y humedales, así como a las especies que habitan en ellos; además de una mayor frecuencia e intensidad de sequías, inundaciones y fenómenos meterorológicos extremos.

Para revertir esta situación y restaurar el equilibrio natural, resulta clave reinventar la forma en la que los seres humanos se relacionan con la naturaleza y situarla en el centro de la toma de decisiones. En este sentido, las instituciones y empresas aragonesas trabajan unidasdesde hace tiempo para lograr un futuro más verde y sostenible para todos en la comunidad. La apuesta por la economía circular, las energías renovables y el mejor aprovechamiento de los recursos disponibles son claves para alcanzar este horizonte.

La hoja de ruta de los ODS

El 25 de septiembre del 2015, los líderes mundiales adoptaron un conjunto de objetivos globales para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos sus habitantes como parte de una nueva agenda de desarrollo sostenible. Desde entonces, la agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas se han convertido en una hoja de ruta para que todos los países del mundo trabajen juntos, por encima de los intereses individuales, por un futuro mejor.

Aragón ha asumido estos compromisos globales como propios adaptándolos a la realidad de su territorio a través de diversas iniciativas. A ellas se han sumado también otras instituciones y empresas aragonesas, que han incorporado los ODS a sus prácticas de Responsabilidad Social Corporativa y al resto de sus actividades productivas, contribuyendo al mismo tiempo a sensibilizar a la población acerca de su importancia.

La comunidad aragonesa se ha situado a la vanguardia del cumplimiento de la Agenda 2030 con el objetivo de impactar en el bienestar de los aragoneses y en el cuidado del territorio. El Gobierno de Aragón se ha marcado para esta legislatura el objetivo de priorizar los Objetivos de Desarrollo Sostenible en sus políticas para transformar la economía y la sociedad, movilizando recursos, inversiones y talento.

En este sentido, el ejecutivo sigue apoyando sectores estratégicos como la automoción, la logística, la agroalimentación o las renovables, apostando por la diversificación, especialmente en actividades con alto valor tecnológico. Además, trata de fomentar la economía del conocimiento, la I+D+i, la economía verde, el turismo sostenible o la economía circular, entre otras cuestiones.

Aragón no parte de cero, como se mostró en el informe Plan de Acción para la implementación de la Agenda 2030 del Gobierno de España, aunque se ha esforzado en actualizar sus planes regionales para acelerar el ritmo y la intensidad para alcanzar los impactos deseados.

Acciones locales

Entre estos planes regionales destacan la Estrategia Aragonesa de Desarrollo Sostenible, que presenta para cada ODS un diagnóstico regional y acciones a desarrollar, recopilando medidas concretas para la implementación de la Agenda 2030, así como el establecimiento de alianzas con otras administraciones, instituciones, universidades y entidades sociales.

Entre estas acciones figuran mejorar la calidad del agua y la descontaminación donde se encuentre en mal estado, mejorar la eficiencia energética en edificios públicos y en el sector residencial, apoyar la producción agroecológica local para una alimentación saludable y de calidad, acometer la limpieza de cauces de ríos urgentes por inundaciones, fomentar el residuo cero en materia orgánica, envases, plásticos y objetos de un solo uso, y mejorar el tratamiento de bosques y puesta en valor de la masa vegetal.

Por otra parte, la Estrategia Aragonesa de Cambio Climático 2030 contempla entre sus objetivos reducir el 40% de las emisiones de gases de efecto invernadero con respecto a 1990 y un 26% las emisiones del sector difuso con respecto al 2005. También apuesta por aumentar la contribución mínima de las energías renovables hasta el 32% del total del consumo energético, integrar políticas de cambio climático en todos los niveles de gobernanza y desarrollar una economía baja en carbono, en cuanto al uso de la energía, y circular, en cuanto al uso de los recursos.

Desde diciembre del 2020, Aragón cuenta además con un plan para hacer de la economía circular un sector estratégico en la comunidad, entendida como desvincular el crecimiento económico del consumo de materiales y del impacto ambiental. Esta iniciativa incorpora la creación del sello ‘Aragón Circular’ que acredite buenas prácticas en esta materia, incentivos para las empresas y sobre todo, impulsar sinergias para desarrollar soluciones en reutilización y reciclaje que aporten más valor a la economía aragonesa.

Con todos estos planes y estrategias, el Gobierno aragonés se compromete a tener la Agenda 2030 de Naciones Unidas como bandera para la transformación y a utilizar los ODS como brújula para alcanzar un futuro más más verde y respetuoso con el entorno.