Una cena para tres por 106 euros, un jersey por 25 o una cerveza por 3,5. "No se puede pagar con tarjeta, lo sentimos". Esta situación se ha convertido en algo normal para los residentes en Alemania. Sorprendentemente para muchos, la primera potencia económica de Europa sigue estancada en un sistema de pago del pasado, convirtiéndose así en uno de los países del mundo donde más se utiliza el dinero en metálico y se da la espalda a sistemas digitales como las tarjetas de crédito y débito.

Alemania queda lejos de liderar el método de pago ‘cashless’. En otros países donde la digitalización de los sistemas de pago están mucho más avanzados como Suecia hasta un 80% de las ventas al pormenor se adquieren a través de tarjetas, pero en Alemania esas se reducen a tan solo un 51%. Si esa compra se limita a espacios físicos —eso es sin tener en cuenta las cada vez más populares tiendas ‘on line’— un 78% de los alemanes aún sigue pagando en efectivo.

Según los estudios del Bundesbank, cada alemán lleva una media de 103 euros en la cartera, 11 euros menos que en 2008. En Italia la media es de 69 euros, en España de 50 y en Francia de 32.

¿No puede suponer eso un problema logístico? Ciertamente, el tener que salir de casa cargado de dinero en el bolsillo puede suponer un engorro para los que no están acostumbrados, pero en Alemania la tradición sigue apostando por los billetes y las monedas. Para hacerlo más llevadero, el número de cajeros automáticos del país ha crecido hasta los 58.000 en los últimos dos años, lo que supone una cifra récord. Las máquinas para retirar dinero son cada vez más presentes en el país.

TRADICIÓN SIN EXPLICACIÓN

"A la gente le encanta su dinero en metálico, es una tradición cultural en Alemania", señaló en su día Michael Kemmer, director de la Asociación de Bancos Alemanes. Pero ¿por qué a los alemanes les gusta tanto pagar a tocateja, sin una tarjeta de intermediario? Aunque no hay una respuesta concreta que explique esa mentalidad, existen diferentes versiones y conjeturas.

Para algunos la capacidad de tener el dinero físicamente, en la mano en lugar de en ese espacio abstracto y etéreo que es el sistema bancario supone libertad para controlarlo. En ese sentido, los estudios apuntan a que estos consumidores aseguran que poder controlar su dinero y el gasto sigue siendo un valor muy querido. Tan querido que todos los partidos políticos defienden seguir pagando en metálico.

Otras voces apuntan a que algunos alemanes prefieren el ‘cash’ por una cuestión de privacidad y desconfianza con el poder. No sin razón, el país ha estado marcado históricamente por la persecución de la Gestapo, la policía secreta nazi, y por los sistemas de espionaje de las dos alemanias divididas en bloques, especialmente la Stasi. Ante esa desconfianza, pagar con billetes y monedas evita el control y rastreo que las entidades bancarias obtienen a través de una tarjeta electrónica y cuyos datos son susceptibles de terminar en manos del gobierno.

PASADO DE INFLACIÓN

Sin embargo, la versión más factible parece ser el trauma e impacto de una historia monetaria tumultuosa. Así, hay quien señala a un pasado marcado por periodos de inflación severa, especialmente el ocurrido en 1923 durante la República de Weimar y el surgido tras el derrumbe nazi en 1945, como explicación al uso del dinero en metálico. Bajo el dominio aliado, el racionamiento de los precios y el cambio de divisa al marco hirió gravemente los bolsillos de los alemanes.

Pero, ¿puede el disparatado aumento de los precios ocurrido hace 95 años seguir marcando el día a día? Otros países con fuertes crisis bancarias a sus espaldas como Grecia e Irlanda también optan más por el ‘cash’. Además, en el caso alemán esa voluntad de mantener el dinero a salvo y bajo control también responde a las dudas sobre el futuro y a una conocida aversión por el endeudamiento que se traduce en otras esferas vitales como en un sistema inmobiliario marcado por la tradición de alquiler en detrimento de la compra e hipoteca.

A pesar de mantener esa curiosa tradición de pago, el sistema parece inclinarse muy lentamente hacia un ‘cashless’ que ya es la norma en las sociedades de la Europa nórdica. Así, la población alemana joven empieza a preferir el pago con tarjetas en lugar de cargar con billetes y monedas. Además de una digitalización en la que Alemania también va atrasada, ese cambio puede deberse a las crecientes restricciones del uso de dinero en metálico para evitar la economía sumergida así como el blanqueo de capitales. La tendencia parece estar moviéndose, pero, eso sí, si viajas a Berlín ve antes a sacar dinero.