--¿Ha perdido ya la cuenta de los premios que ha ganado con solo 32 años?

--No (risas), 25. Estamos muy contentos y muy orgullosos. Pero para ganar un premio, primero hay que presentarse, defender la candidatura y hacer todo lo que conlleva.

--Y para eso, es fundamental creer en uno mismo.

--Sí. En ese aspecto, en Libelium tenemos una gran dosis de autoestima. Presentarnos a premios se ha convertido casi en una adicción.

--El jueves dedicó el galardón a varias personas, entre ellas a su padre, por haberle enseñado a ser empresario cuando las cosas van mal.

--Él también es empresario y en estos últimos años he visto el contraste de la realidad que viven las empresas tecnológicas e innovadoras que están en mercados de expansión como Libelium, que tienen las dificultades naturales de los comienzos pero que son dulces, y la de una empresa consolidada que ha pasado por dificultades. He aprendido muchísimo de esa experiencia. Un gran empresario es el que puede contar que vivió un gran bache y que lo superó. De momento, en Libelium las cosas nos han ido bastante bien, aunque también hemos tenido problemas. El primer año, por ejemplo, en la empresa solo estábamos mi socio (David Gascón), un becario y yo, y el único que cobraba era el becario. Pero David y yo somos muy optimistas y tendemos a minimizar los malos momentos y a centrarnos en lo bueno.

--¿Cuándo supo que quería ser emprendedora?

--Cuando terminé la universidad. Pero fue David el que me propuso crear Libelium. No lo había descartado pero fue una oportunidad que vino y la cogí. Creo que, al final, todas las decisiones importantes de la vida se toman de una manera muy visceral, y acepté, claro.

--¿Qué es lo que más le gusta de ser empresaria?

--Que puedes ver la capacidad de haber creado algo. Cuando me quedo sola en Libelium, me paseo por las naves y me quedo mirando nuestros productos, el almacén, los puestos de I+D... y pienso que lo hemos creado de donde no había nada, y me sigo asombrando.

--¿Cualquiera puede ser empresario? ¿Nace o se hace?

--En mi caso no es que desde pequeña ya quisiera ser empresaria, aunque sí tenía mucha iniciativa y coordinaba equipos de gente. Simplemente es cuestión de querer intentarlo.

--¿Qué características cree que debe tener un buen empresario?

--En primer lugar, ambición. Queremos ir a por todas, queremos ser los que más vendamos y ser los mejores. Se necesita ver que te espera una gran recompensa para poder superar todos los retos que te llegan. Por eso, la segunda virtud necesaria es la tenacidad. Vas a tener mil reveses. Te pueden dar la espalda las instituciones, los bancos, los clientes y hasta tu propio entorno familiar. El empresario necesita automotivarse él solo para seguir hacia delante. Y, en tercer lugar, debe tener sentido de justicia. Los empresarios, sobre todo los grandes, tienen un poder enorme y una gran responsabilidad sobre muchas personas.

--¿Tiene algún ídolo?

--Muchos. Amancio Ortega, que ha hecho algo increíble transformando una tienda de camisas en un imperio de la moda mundial. O Steve Jobs, que consiguió revolucionar la industria tecnológica varias veces.

--Hablando de Jobs, Libelium ya tiene su filial en Silicon Valley

--Lo nuestro con Estados Unidos ha llevado mucho tiempo. En Libelium somos muy reflexivos y estuvimos dos años viendo todas las alternativas y estableciendo las bases. En noviembre del año pasado constituimos legalmente una sociedad y en estos momentos estamos contratando al personal.

--Viven sus éxitos con mucha austeridad...

-Somos muy sobrios en los actos. Es parte de lo que hemos construido como imagen corporativa de Libelium. Hay gente, sobre todo en el mundo de las tecnologías, que ha adoptado la imagen de zapatillas y de descaro, algo que no va con nosotros. Aunque fuera del ámbito oficial, sí somos efusivos celebrando los éxitos.

--Casi desde el principio, Libelium ha tenido ofertas de compra. ¿Siguen llamando a su puerta?

--Sí, es algo natural en nuestro sector. Pero las empresas no se venden, son compradas. Uno no ofrece su empresa para que se la compren, sino que está receptivo a ver qué le ofrece el mercado, y luego acepta o no.

--Y de momento, no aceptan...

--No, pero esa puerta nunca se puede cerrar.

--¿Libelium tiene techo?

--Mi sueño es que llegue a ser tan potente que actúe como referente y que favorezca la creación de otras, para poder construir en Aragón una región tecnológica. A día de hoy no le veo techo al mercado, así que tampoco se lo veo a Libelium.

--¿Y Alicia Asín?

--Tampoco. Tanto David como yo hemos evolucionado mucho y creo que somos capaces de seguir acompañando el crecimiento de la empresa.