La matriz de Google, Alphabet, se ha convertido en los últimos años en un monstruo publicitario cuyos tentáculos digitales se han apoderado de la mayor parte del mercado. La multa de la Comisión Europea de 1.490 millones de euros es un pequeño mordisco en un pastel en poder de Google y su mundo, un gigante que factura más de 30.000 millones de euros cada trimestre y que ha situado la capitalización bursátil de Alphabet en casi 850.000 millones de dólares.

La clave del negocio va mucho más allá de su popular buscador (92% de cuota). Es un complejo entramado de servicios en el que Google AdWords es el principal motor. Es el administrador de las pujas por situar publicidad en lo más alto de los resultados del buscador, tras cruzar información del terminal con datos de Gmail, YouTube, Google Maps, etc. Google capitanea una maquinaria compleja de espionaje consentido para captar información personal y traducirla en mensajes publicitarios. Junto a AdWorks está AdSense, encargada de gestionar la inserción de módulos de publicidad en las páginas, cuyos ingresos se reparten la multinacional y el dueño de la web.

La reacción de Google a la multa de Bruselas fue la de anunciar cambios en su servicio Shoping de sugerencias de compra, una de las patas más evidentes del poder de prescriptor de productos de Google. «Estamos comenzando a probar un nuevo formato del comparador de productos», explicó la compañía, «que enlazará directamente con comparadores de compra, así como con productos concretos ofrecidos por vendedores». Google ha anunciado también modificaciones en el sistema de contratos de aplicaciones de Android para que los usuarios sean conscientes de las alternativas de productos y servicios existentes, también en la competencia.