Alstom ocupa el rango de joya de la industria francesa. Una empresa estratégica tanto por su tecnología en materia de transporte --el TGV es toda una institución-- como por su papel en la independencia energética de la República. Por eso, pese a que desde el 2006 el Estado ya no es accionista, el anuncio de la venta del sector de la energía a la americana General Electric (GE) ha provocado un seismo.

El presidente François Hollande ha reaccionado forzando una negociación con la alemana Siemens en una apuesta por preservar la identidad europea --y por tanto suavizar el golpe al orgullo patrio-- de Alstom. Ayer justificó su intervencionismo en estos términos: "El Estado tiene por fuerza algo que decir, porque es el que encarga a la empresa sus contratos públicos". Precisó también que su objetivo es "preservar los empleos". Nada menos que 18.000 en Francia.

Con la popularidad por los suelos y tras haber fracasado en su promesa de invertir la curva del paro --disparado por encima del récord del 10%-- la conservación de los puestos de trabajo es la condición, junto con mantener el centro de decisión y de investigación y desarrollo en Francia, que Hollande puso tanto al director de G.E., Jeffrey Immelt, como al de Siemens, Joe Kaeser, citado de urgencia ayer tarde en el Elíseo. Alstom, cuyo principal accionista es Bouygues, se ha dado de plazo hasta mañana para tomar una decisión.

Al borde de la quiebra en el 2004, la empresa fue salvada in extremis por el entonces ministro de Economía, el expresidente conservador Nicolas Sarkozy. Pero hoy el Gobierno socialista, al que la operación con G.E. pilló inexplicablemente por sorpresa, se resigna.

Sindicatos en guardia

Sin embargo, quiere tentar la opción alemana pese a que la empresa no atraviesa su mejor momento. A punto de abordar un drástico recorte de personal, Siemens lo tiene difícil para justificar una inversión estimada en 9.400 millones de euros. "Tarde o temprano, habrá una supresión empleos", lamentaron los sindicatos. Según los expertos, la opción norteamericana es "más coherente industrialmente y menos negtiva para el empleo". Pero no todo son razones económicas. Berlín saludó la idea una fusión que supondría "un gran potencial" para Francia y Alemania.