El Gobierno argentino autorizó ayer a sus ciudadanos la compra de dólares "para tenencia y ahorro", en un intento de detener el derrumbe de la moneda nacional, que tuvo en las últimas horas su devaluación más drástica desde el 2002. Doce años atrás, el país abandonó en medio de una gran conmoción económica y social la paridad fijada por ley con la divisa estadounidense. La reciente medida, que no alcanza a las empresas, solo a las "personas físicas", atenúa los efectos de las restricciones que desataron en este país una verdadera fiebre del dólar y que a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner le ha costado ya una severa derrota electoral, en los comicios parlamentarios de octubre. El ministro de Economía, Axel Kicillof, dijo que, con los anuncios, que regirán el lunes se busca "generar más equidad en este asunto cambiario".

En diciembre del 2011, cuando Cristina asumió su segundo mandato, un dólar se cotizaba 4,24 pesos. En el mercado negro se ofrecían apenas 20 centavos más. La crisis financiera global, la fuga de capitales y la falta de financiación externa, obligaron a un Gobierno victorioso a limitar la compra del billete norteamericano. El llamado "cepo" al dólar hizo que su valor en el circuito marginal se disparara poco a poco, empujando a las autoridades por el espinoso camino de la depreciación del peso.

LOS EFECTOS Así, en la tórrida tarde del pasado jueves, el dólar oficial perforó la barrera de los ocho pesos, contra casi 13 pesos del dólar marginal. Solo en enero, el peso argentino perdió más de un 20% de su valor. Esta corrosión tiene un inmediato efecto sobre los precios. Los beneficios sociales que otorga el Estado se diluyen con la inflación. Las tiendas de electrodomésticos se negaron a seguir vendiendo sus productos porque se había perdido toda referencia respecto al dólar. Las agencias de viajes hicieron lo mismo con los paquetes turísticos al exterior.

Es en este contexto que el Gobierno suavizó el "cepo". Los argentinos de clase media y alta que con más ahínco buscan el dólar accederán al mismo en su cotización oficial y cuando el fisco considere que cumplen los requisitos estipulados. Si lo logran, pagarán el tipo de cambio fijado por el Banco Central más el 20% en concepto de retención por el impuesto a las ganancias. Hasta ayer, ese gravamen era del 35%. El Banco Central sacrificará partes de reservas para reducir la demanda del llamado blue. Las reservas ya están por debajo de los 30.000 millones de dólares, cuando, en momentos de la reelección presidencial, se situaban cerca de los 50.000 millones.

Fernández de Kirchner había descartado meses atrás toda posibilidad de una devaluación de la moneda. Pero los hechos se han precipitado. La profundidad de esta nueva crisis cambiaria muestra a un Gobierno sin la fuerza de otros tiempos para disciplinar o siquiera negociar en una posición favorable con el mercado. Si ha aceptado de mala gana la depreciación es porque los productores agropecuarios tienen que liquidar sus exportaciones por unos 5.000 millones de dólares y no se negaban a hacerlo con un dólar tan bajo.

INFLACIÓN El expresidente del Banco Central, Mario Blejer, consideró desde Davos que la medida anunciada le puede permitir al Gobierno "estabilizar los desbalances monetarios y promover la inversión". Pero según Roberto Lavagna, ministro de Economía de Néstor Kirchner entre 2003 y 2006, cree que es una decisión improvisada que no altera la cuestión de fondo, la inflación que, para consultoras privadas, fue del 25% en el 2013. Hasta el lunes, cuando entren en vigor los cambios, Argentina vivirá en la incertidumbre.