Diciendo lo mismo se interpretó lo contrario. Mario Draghi había conseguido a finales de agosto volver a ser el mago de las palabras, más que de las acciones espectaculares. El mercado le creyó, las bolsas subieron y durante semanas un paraje desconocido y donde esquían las familias norteamericanas acomodadas del estado de Wyoming (Jackson Hole) era palabra socorrida en la mayoría de comentarios. De vuelta al cole, el presidente del BCE volvió a amagar con que tenía artillería pesada en la recámara, y anticipó sus intenciones bajando el tipo de interés a los cinco céntimos, o sea, cero. El mercado lo celebró, pero con cava semi-seco. Y a la tercera, ayer, cuando solo se esperaba que Draghi sacara sus buenas palabras, cumplió, pero los operadores salieron en desbandada a deshacer carteras. Y esta vez, con fuertes volúmenes. Tuvo que pasar un buen rato desde que cerraron los corros en Europa, y tranquilizarse al ver que Wall Street no retomaba la senda bajista de ayer ni seguía la del viejo continente, cuando empezaron los análisis de por qué, en toda Europa se estimó que el BCE no había respondido a las expectativas. Por aquello de mantener el dije lo que dije, el consenso de los analistas fue que se esperaba que, de una vez, apareciera la artillería pesada del banco emisor, es decir, más compras de deudas de dudoso cobro de los bancos y apareció la artillería ligera, es decir, no abate la deflación y el estancamiento.

Veremos cómo sigue la carga en las cotizaciones de hoy. De momento, el Ibex cedió ayer el 3,12%, hasta 10.418 puntos.