Del exceso de capacidad a las exigencias de la digitalización. La razón no es la misma, pero la consecuencia sí: el ajuste de la estructura del sector bancario, con cierres de oficinas y salidas de empleados para adaptar el tamaño a los nuevos tiempos. Demasiadas sucursales compitiendo en el mercado tras farragosos procesos de integración fue el leitmotiv que llevó a una elevada depuración de oficinas y empleados durante la crisis. Pero se avecina una nueva ola de cierres. Esta vez más directamente relacionada con la digitalización y el menor uso que los clientes hacen de los espacios físicos como consecuencia de las innovaciones tecnológicas, como el teléfono móvil.

CaixaBank ha dado a conocer esta semana su intención de incluir en el próximo plan estratégico (2019-2021) el cierre de más de 800 oficinas en ese periodo, lo que puede implicar un número de salidas elevado, que aún está por negociar con los sindicatos.

Pero no es el único banco que tiene planes para aligerar peso a raíz de los nuevos tiempos. El Santander tiene previsto cerrar el año que viene varios cientos de sucursales sobrantes por la absorción del Popular acompañándolo de un nuevo ERE, adicional al que ha culminado este mismo año en los servicios centrales con unas 1.100 salidas.

Son los planes concretos más inmediatos, pero las entidades llevan años con un goteo incesante de cierres. Bankia ha echado la persiana a unas 140 oficinas tras la fusión de BMN y, aunque «en el 2019 en principio habrá pocos cierres, hay un proceso de revisión permanente», explicó hace unos días su consejero delegado, José Sevilla. «Vamos hacia un mundo con oficinas más especializadas en asesoramiento», abunda su homólogo del BBVA, Carlos Torres Vela.

RELACIÓN MULTICANAL / Los planes del sector financiero se sustentan en un cambio de los usos bancarios determinado por las nuevas tecnologías, y que para las entidades se resuelven en lo que denominan multicanalidad. Es decir, el uso de los distintos canales bancarios, que progresivamente se decantan hacia los medios no presenciales.

Los argumentos que utiliza CaixaBank para justificar sus planes están relacionados con ese cambio. El banco detecta una caída en la relación de los usuarios con las oficinas. Desde el 2014 se ha pasado de casi el 90% al 83% de presencia de los clientes en las oficinas. Paralelamente, ha aumentado la utilización del cajero automático: del 75,7% en el 2014 al 81,9% en el 2018. Pero el cambio más radical se ha producido en los canales digitales. El 32,9% de los clientes los utilizaba en el 2014, mientras que cuatro años después ya son el 49,3%. En ese periodo, la entidad ha pasado de 4,4 millones de clientes digitales a 6,1 millones, de los que el 62% son multicanal.