Aceleración y desaceleración. El Banco de España ha elevado en dos décimas la previsión de crecimiento para este año, hasta el 2,4%, gracias al dinamismo experimentado en el primer trimestre (el 0,7%) por el consumo de las familias y la inversión. Para el año que viene y el siguiente, en cambio, estima que se concretará una desaceleración, con una evolución del producto interior bruto (PIB) todavía al alza, del 1,9% y del 1,7%, respectivamente. El supervisor ha revisado también en cuatro décimas (hasta el 25) sus expectativas de crecimiento del empleo para el 2019, lo que en gran medida se deriva de la mejora de la inversión del sector privado.

Según la revisión de las proyecciones macroeconómicas para el periodo 2019-2021, el crecimiento seguirá sustentándose sobre «el dinamismo del gasto doméstico privado, que se verá favorecido por la saneada situación patrimonial de los hogares y las empresas y por la prolongación de las condiciones financieras favorables».

De hecho, las proyecciones incorporan «una persistencia muy elevada del reducido coste de la financiación crediticia hasta ahaora, si bien, en sentido contrario, la información más reciente apunta a la aparición de algunos indicios incipientes de cierto endurecimiento de los criterios de concesión de crédito».

El Banco de España espera que el crecimiento del PIB evolucionará dentro de una senda de «gradual desaceleración» a lo largo del horizonte de proyección, en un contexto en el que el efecto expansivo de la política monetaria se atenuará progresivamente. De igual forma, el tono positivo de la política fiscal tenderá a la neutralidad a medio plazo. El informe señala que los hogares tenderán a incrementar su tasa de ahorro, actualmente en mínimos históricos, «lo que se traducirá en una cierta desaceleración del consumo privado».

Un elevado grado de «incertidumbre global» incidirá no solo en un menor gasto privado sino también a una caída de la inversión. Se espera así que tras crecer al 2,6% en el 2018, el PIB descenderá progresivamente. Con todo, frente a las previsiones realizadas en marzo, las nuevas expectativas se mueven al alza, en línea con los datos de actividad que revelan una fortaleza en el primer semestre mayor.

Las previsiones recogen que la desaceleración, más allá del 2019, se relaciona con la contribución de la demanda externa al avance del PIB, que «se mantendrá próxima a cero». Asimismo, se prevé una moderación de los ritmos de crecimiento del empleo observado en los últimos años y revisado al alza para este año en las nuevas previsiones, en consonancia con la desaceleración proyectada de la actividad, aunque se espera que la tasa de paro disminuya al 12% en el 2021, y que haya aumentos muy reducidos de la productividad del trabajo.

La inflación se moverá al alza, ligada a incrementos salariales. En este sentido el Índice Armonizado de Precios de Consumo (IAPC), sin contar alimentos ni bienes energéticos, subirá gradualmente y pasará del 1,2% en el 2019 al 1,7% en el 2021. Pero, en resumen, se espera un avance de precios menor del anticipado.

El informe concluye que los riesgos en torno al escenario central de crecimiento del PIB se orienta a la baja.