Los activos tóxicos (los créditos morosos y adjudicados, es decir, inmuebles que se han quedado los bancos por impagos) constituyen la pesada mochila que la crisis ha dejado en el balance de la banca. No generan ingresos, originan costes de financiación y de personal para gestionarlos, e implican un riesgo latente importante en caso de que la economía evolucione peor de lo esperado, todo lo cual representa un problema para el país ya que limita la capacidad de las entidades para dar crédito. Los bancos, por ello, han hecho un esfuerzo para reducirlos desde el máximo que alcanzaron en el 2013. Sin embargo, este ritmo de bajada se está frenado de forma notable.

Según los últimos datos ofrecidos por el Banco de España, las entidades financieras acumulaban unos 199.000 millones de euros de activos improductivos (81.000 millones en adjudicados, y el resto, en créditos) el pasado mes de junio, el 12% menos que un año antes. El organismo supervisor ha advertido de que «aún representan un porcentaje significativo del activo total» de los bancos en España y «constituyen un elemento de presión negativo sobre la cuenta de resultados y la rentabilidad».

Lo llamativo de esta evolución es que, pese a ello, el ritmo de caída de los morosos se situó en el 18,2%, frente al 22,5% registrado en marzo del 2016 y el 22,3% de diciembre del 2015, mientras que los adjudicados, que solo comenzaron a bajar en el 2015 (2,1%), apenas se redujeron un «muy moderado» 1,4%.

FALLO DE LAS PREVISIONES / Los expertos, además, estiman que esa tendencia a frenar la reducción se va a acentuar. «Nuestras asunciones son que en el 2016 el volumen de activos problemáticos se redujo en 25.000 millones de euros, hasta los 193.000 millones. La reducción en el 2015, en cambio, fue de algo más de 35.000 millones. Estamos esperando una disminución similar, de 25.000 millones, en el 2017 y algo menor, de 20.000 millones, en el 2018», apuntan desde la agencia de clasificación Standard & Poor’s (S&P), en la que destacan que proveían una caída más pronunciada durante el año pasado.

El peso de estos activos tóxicos sobre el total del crédito es muy elevado. En el 2015 se situó en el 16,4% y S&P calcula que bajará al 15% en el 2016, a entre el 13% y el 14% en el 2017, y que en el 2018 todavía podría estar en torno al 11%. La evolución del crédito tampoco ayuda: la agencia estima que bajó el 5% el año pasado, retrocederá el 0,5% este ejercicio y no volverá a subir hasta el 2018, con un 2%.

De mantenerse este ritmo de reducción, los bancos tardarán años, hasta el 2024, en alcanzar un nivel del 3% de peso de los activos improductivos en el crédito, que es el que tienen países como Francia y se considera estructural al negocio.

DESACELERACIÓN / ¿Pero a qué se debe la menor reducción de estos activos? «En otros países hay un mercado mucho más líquido para venderlos. En España, en cambio, no, por eso hemos visto solo operaciones muy concretas. También ha habido resistencia a bajar los precios. En el 2016, por primera vez cayó el estoc inmobiliario, pero ese mercado tiene la capacidad que tiene: no hay demanda para digerirlo todo a corto plazo», explica Elena Iparraguirre, directora de instituciones financieras de S&P.

Además, los bancos se deshicieron primero de los activos más fáciles de vender. «No veo que el mercado se vaya a reactivar mucho. Los bancos no van a estar muy dispuestos a acelerar significativamente el ritmo de ventas si ello supone rebajar los precios, a no ser que haya presión regulatoria. El BCE ha lanzado mensajes, puede que se produzca. No sé si va a ser pública ni para todos por igual», añade.

El Popular es una de las entidades con una mayor carga de activos tóxicos, con 35.675 millones de euros, lo que supone el 19,87% de toda la banca cotizada en el Ibex, que supera los 185.500 millones, según cálculos de Jefferies a cierre del año pasado. Una pesada mochila que no aligeró con el banco malo (Sareb), ya que rechazó participar en el mismo.