El BBVA trató sin éxito de salvar a Alfonso Cortina al frente de Repsol hasta el último momento cuando La Caixa le informó de su intención de cambiar al presidente de la petrolera en la que la caja es el primer accionista. El banco intentó ganar tiempo y, ante la evidencia de que no podía salir airoso del pulso, propuso que Ricard Fornesa, vicepresidente primero de Repsol, asumiera la presidencia interina durante un tiempo hasta encontrar una solución definitiva, idea que fue rechazada por el presidente de La Caixa.

El BBVA contaba con más consejeros en la petrolera que La Caixa, a pesar de que su participación accionarial era menor. Además, Cortina tenía asegurado el apoyo de los consejeros independientes. Una votación no hubiera permitido el cambio que propiciaba La Caixa, pero tanto el banco como Cortina sabían que su posición en Repsol respondía a una situación política anterior y que en las actuales circunstancias el primer accionista no tendría cortapisas para ejercer sus derechos.

Por esa razón, el banco dio su brazo a torcer, aunque salvó la cara ante sus compromisos no oponiéndose públicamente y absteniéndose en la elección de Antoni Brufau por pertenecer a un grupo bancario de la competencia. Medios próximos al BBVA reconocen que era un formalismo: el propio Cortina había salido de su consejo de administración en 1996 para presidir la petrolera.

En la seguridad de que se iba a producir esa resistencia, Fornesa no quiso dar demasiado tiempo ni al banco ni a Cortina. El BBVA fue informado con algo más de antelación que el presidente de Repsol, con quien Fornesa cenó a solas la víspera del consejo de administración del miércoles pasado. Cortina aceptó su suerte, aunque trató de evitar que se produjera en ese consejo; prefería convocar otro para oficializar el cese.

Ambos abordaron de forma directa las indemnizaciones previstas en caso de renuncia del presidente, así como la posibilidad de que en el futuro se integrara en la órbita de La Caixa. El entorno de Cortina filtró inmediatamente la conversación para dejar patente que la salida se producía en buenas condiciones.

Las razones de La Caixa para asumir la gestión de Repsol respondían, de un lado, a su posición mayoritaria en el accionariado y al deseo de corregir una anomalía: que el gestor de su empresa se opusiera a sus planes, como ocurrió cuando Gas Natural lanzó la OPA sobre Iberdrola.

Además, la entidad catalana tiene sus propias ideas sobre el mapa energético español, en el que ha realizado grandes inversiones. En medios del sector, se da por seguro que Brufau mantiene el mismo interés que hace un año por formar un grupo energético integrado de gas y electricidad. Iberdrola es más atractiva como novia que Endesa por su menor endeudamiento y las características de sus inversiones, aunque la antigua empresa pública tiene más dimensión.

La Comisión Nacional de la Energía puso pegas en su día a la fusión Gas-Iberdrola por los riesgos financieros que suponía, no por cuestiones de competencia. Cuando se presentaron los planes para superar esos riesgos, el Gobierno del PP puso el veto. Los analistas consideran que

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