La innovación se ha convertido en la mejor herramienta para anclar una industria a un territorio y evitar deslocalizaciones. Un ejemplo de ello es BSH Electrodomésticos, uno de los pocos fabricantes del sector que quedan en España, donde además de producir lavadoras, hornos o placas de inducción, desarrolla tecnología y actividad investigadora para todo el grupo. Lo hace a través de cinco centros de I+D+i (de competencia industrial, según la terminología de la compañía) que tiene en el país, dos de ellos con sede en la fábrica zaragozana de Montañana (inducción y materiales). A estos se sumará uno nuevo que compartirán las plantas de La Cartuja (Zaragoza) y Esquíroz (Navarra), que se centrará en el campo del lavado y secado.

Así lo anunciaron ayer el nuevo director general de BSH España, Fernando Gil Bayona, y el director industrial de la empresa, José Juste, en un encuentro con los medios de comunicación celebrado en Zaragoza, la ciudad donde la compañía tiene ubicada la mayor parte de su actividad industrial y corporativa.

Ambos se mostraron optimistas con la situación actual de la empresa y del sector. «Se empieza a vislumbrar una reactivación importante del consumo, lo cual nos da satisfacción y nos tranquiliza después de unos años de crisis», señaló Gil Bayona, que está al frente de BSH España desde el pasado 1 de septiembre. «Vemos el horizonte cercano con un razonable optimismo», recalcó. El mercado nacional crece en volumen, tanto en unidades como en facturación, y BSH mantiene una envidiable cuota de ventas del 40%.

ADIÓS AL LAVAVAJILLAS

En la parte industrial, la compañía está culminando el plan de transformación de la planta de Montañana iniciado en el 2015 y que concluirá en el 2018 con un inversión total de 80 millones de euros. A lo largo del 2019, esta instalación dejará de fabricar lavavajillas, un electrodoméstico al que lleva vinculado casi medio siglo. Su pérdida se verá compensada por el repunte de la actividad en el área de cocción, tanto en placas de inducción como en hornos, en la que ampliará su especialización con nuevas líneas y gamas de producto.

«Son decisiones estratégicas. El conjunto de la actividad es sana y va a seguir siéndolo», recalcó Juste. Montañana acabará el año con una producción de 2,5 millones de unidades (1.350.000 placas de inducción, 750.000 hornos y 420.000 lavavajillas).

A nivel laboral, apuntó que este cambio de la producción afectará «un poco a la baja» en el volumen de plantilla debido a que el lavavajillas es más intensivo en mano de obra, pero esa pérdida no será «significativa» y estará contrarrestada con el crecimiento de otras áreas como la de innovación. Un ejemplo de ello es el grupo de desarrollo de software para paneles de control de electrodomésticos (interfaz de usuarios) que hace dos años se puso en marcha en Montañana, en el que hoy trabajan una veintena de investigadores.

Sobre los resultados del 2017, el director general avanzó que la facturación subirá «en línea con el mercado», pero que los resultados económicos (beneficios) serán «mucho mejores».