Primero cayó la presidenta del país y ahora el empresario más poderoso. Lee Jae-yong, presidente en funciones de Samsung, fue condenado ayer a cinco años de cárcel por corrupción. Lo han llamado el juicio del siglo en Corea del Sur y no es una hipérbole: brinda la regocijante catarsis a un país hastiado de la turbia imbricación del poder económico y político.

La lista de delitos de Lee incluye el soborno, la malversación de fondos, la ocultación de bienes y el perjurio. Detrás está el escándalo de la Rasputina: Choi Soon-sil, amiga de la depuesta presidenta Park Geun-hye, exprimió a los mayores conglomerados a cambio de favores políticos.

¿SUCESIÓN FRUSTRADA?

El tribunal condenó a Lee por transferir a fondos de Choi más de 7.200 millones de wons (5,4 millones de euros) para aceptar el apoyo presidencial a una fusión empresarial de la que emergería como sucesor de su padre.

La fusión fue firmada a pesar de las masivas protestas de los accionistas gracias al voto favorable del fondo de pensiones estatal. El gigante tecnológicoSamsung contribuyó a la carrera ecuestre de la hija de Choi con varios pagos y la compra de un caballo de casi 800.000 euros. La sentencia certifica el futuro sombrío de Park, que será juzgada por soborno y también por abuso de poder.

Las donaciones, se defendió Lee en el juicio, eran menores e inocuas. Dijo estar sorprendido por su arresto a pesar del amontonamiento de inmoralidades e ilegalidades en un juicio que supuso una excepción a la vida fuera de los focos de los magnates nacionales.

Los cinco años de cárcel son muchos menos de los 12 solicitados por la fiscalía pero superan en mucho a la sentencia más grave sobre la élite dirigente en Corea del Sur.

Lee, de 49 años, es una de las personalidades más rutilantes del país. En estos momentos, ejerce de presidente de facto de la compañía desde que su padre sufrió un ataque al corazón en el año 2014 e iba a heredar oficialmente el cargo en breve. Su familia es la más rica del país y las ventas de Samsung, la mayor compañía surcoreana, equivalen a la quinta parte del Producto Interior Bruto (PIB) nacional.

La decisión judicial no era fácil porque los efectos devastadores de la condena se daban por descontados pero la fiscalía ya había aclarado que la Justicia era prioritaria a la economía.

IMPUNIDAD Y CORRUPCIÓN

El presidente, Moon Jae-in, apuntaló su victoria con su promesa de acabar durante su mandato con la impunidad de los chaebol o grandes conglomerados familiares que han regido la economía nacional a partir de la segunda guerra mundial.

Permitieron la milagrosa reconstrucción pero también fomentaron la corrupción y dinamitaron la ética nacional. Sus cabecillas han recibido sentencias muy livianas por sus flagrantes delitos y siempre han eludido la cárcel gracias al perdón gubernamental que se ha repetido en sucesivas ocasiones.

El padre de Lee fue condenado también a tres años en el año 2009 por evasión fiscal e indultado por Seúl «por su gran contribución al éxito de la economía nacional, su patriotismo y la creación de empleo», según se proclamó en aquel momento.

El escándalo de la Rasputina descubrió un sistema podrido hasta el tuétano que cubría a las mayores compañías del país, así como a la presidencia y al poderoso fondo de pensiones.