Carlos Ghosn ha pasado su sexta noche en la cárcel de Kosuge, a 40 kilómetros de Tokio, como preso preventivo. El responsable de la Alianza Renault-Nissan-Mitsubishi fue acusado hace una semana de fraude, evasión fiscal y malversación tras una investigación interna abierta por Nissan y trasladada a la Fiscalía de Tokio. Detenido en su propio avión privado nada más aterrizar el pasado lunes en el aeropuerto de Haneda, el consejero delegado (CEO) de uno de los grupos automovilísticos más grandes del planeta se convirtió de la noche a la mañana en un aspirante a reo, condición que puede llevarlo a pasar 10 años en prisión y a pagar una multa de 10 millones de yenes (casi 78.000 euros).

La noticia de la detención del directivo brasileño-libanés ha puesto patas arriba el sector del automóvil y culmina, de momento, la sucesiva desaparición de los grandes nombres que manejaban el volante del sector. Desde el 2015, fecha en la que estalló el dieselgate, han sido hasta seis los máximos dirigentes que por un motivo u otro han acabado cayendo. Solo han transcurrido cuatro años (2015-2018), pero se han producido sonados mutis en la escena de las cuatro ruedas.

Salvando el caso de Sergio Marchionne, CEO del grupo Fiat-Chrysler, que falleció en verano de cáncer, y de Dieter Zetsche, CEO del grupo Daimler (Mercedes-Benz) y al que empezaron a jubilar de forma anticipada en octubre ante la necesidad de afrontar una nueva etapa más concentrada en la electrificación de los vehículos, las finanzas y los conflictos con la polémica de la manipulación de las emisiones han sido la tumba profesional de Martin Winterkorn, que era presidente del grupo Volkswagen; Rupert Stadler, que dejó de ser el CEO de Audi, y también de Osamu Suzuki, expresidente de Suzuki. Ghosn ha sido el último en caer, por presunto fraude. Por el camino también han desaparecido de la industria el CEO de Opel, Karl Thomas Newman (fruto de la compra de PSA de la marca Opel), y Mark Fields, CEO de Ford Motor Company, tras desavenencias con los inversores.

De los grandes grupos empresariales, solo quedan en pie tres personajes de peso: Mary Barra, presidenta de General Motors; Carlos Tavares, presidente del grupo PSA, y Akio Toyoda (presidente de Toyota).

La investigación sobre Ghosn apunta a que entre los años 2011 y 2015 declaró unos ingresos de 40 millones cuando en realidad sus atribuciones ascendieron a casi 80 millones. También lo acusan de haber usado dinero de la compañía para gastos personales, incluyendo, entre otros, el pago de 52.800 euros a su hermana para la realización de un trabajo de asesoría que nunca llevó a cabo (según apunta The Wall Street Journal) y 18 millones en inversiones inmobiliarias.

Nissan decidió destituir a Ghosn el pasado jueves, mientras que Renault optó por dejarlo apartado, pero sin despedirlo, para nombrar consejero delegado interino al número dos, Thierry Bolloré. Mitsubishi también ha propuesto su salida. Los japoneses no llevan bien la traición y actuaron con mayor contundencia que los franceses. No han digerido el abuso de poder de Ghosn, al que todos tratan de autoritario y poco amigo de delegar funciones. De hecho, Carlos Tavares, presidente del grupo PSA (Peugeot, Citroën, DS y Opel), le plantó cara y manifestó su intención de sustituirlo al sentirse preparado para asumir el cargo cuando era el número dos de la alianza Renault-Nissan en el 2013.

En el fondo está la pugna por el poder. El nacimiento de la Alianza Renault-Nissan se produjo en 1999, con la compra por parte de la marca francesa de parte del accionariado de Nissan. Renault, que previamente había adquirido Dacia y Autovaz, se convirtió en el primer accionista de la firma japonesa. Sobre el papel, el dominio de Renault era claro, pero en la práctica era Nissan quien controlaba la alianza. Ghosn fue enviado a Nissan por Renault, era su hombre, de ahí que no hayan querido prescindir de él.

Pese a la traición o la malversación, de lo que no hay duda es que con Ghosn al frente la alianza franco-japonesa ha conocido su mejor momento: el pasado año llegó a convertirse en el primer constructor mundial, con 10,6 millones de coches vendidos, superando a Volkswagen y Toyota.