El Fondo Monetario Internacional ha cambiado. Se ha hecho keynesiano. Se ha humanizado. Estas son algunas cosas que se vienen escuchando en los últimos años sobre el custodio de la estabilidad financiera mundial, el prestamista de último resorte para los países en situación crítica. Esa idea se ha reforzado en esta última asamblea. El FMI ha abogado por políticas monetarias de estímulo en la eurozona. Ha vuelto a situar la desigualdad como un elemento central de su discurso. Y ha insistido en que los ajustes deben aplicarse al ritmo adecuado para no asfixiar el crecimiento con la soga de la austeridad.

En definitiva, es un organismo menos fundamentalista, sin aquella horma única del Consenso de Washington que aplicaba a cualquier país al margen de sus circunstancias y sus biorritmos. También ahora busca presupuestos equilibrados y una inflación baja, pero hace hincapié en un crecimiento más sostenible e inclusivo y la desregulación ha dejado de ser dogma. Pero como revela un estudio de Eurodad, una coalición de 48 oenegés europeas dedicadas al desarrollo, la deuda y la reducción de la pobreza, el cambio es muy relativo. "El FMI está volviendo hacia atrás, al aumentar en sus préstamos el número de condiciones estructurales que prescriben cambios de política y seguir muy involucrado en áreas políticamente muy sensibles", dice el informe. De los 13.7 ajustes estructurales que prescribió de media entre 2005 y 2007 a cambio de sus préstamos, se pasó a 19.5 entre octubre del 2011 y agosto del 2013, el último período analizado. A Chipre se le impusieron 37; a Grecia, 41; a Costa de Marfil, 82.

Muchas de estas condiciones tienen carácter regresivo y favorecen al sector privado sobre el público. Desde subidas del IVA, a la congelación y el recorte de los salarios públicos o la reducción de los programas de bienestar. "Este tipo de condiciones suele ser menor en los países de bajos ingresos, pero es muy elevado en los mayores programas", sostiene Eurodad. Esas medidas también incluyen mecanismos para recortar los derechos sindicales y el salario mínimo o para reestructurar y vender empresas públicas.

El informe también constata que "casi todos" los países receptores de los préstamos ya había recurrido a sus ayudas anteriormermente, "lo que sugiere que los está reflotando con niveles de deuda que resulta insostenible".