El desplome de los precios de las criptomonedas a escala mundial este 2018 y los casos de fraude en agencias de compraventa han elevado los niveles de desconfianza internacional en este tipo de activos financieros. Las advertencias de las instituciones proliferan ante un fenómeno económico relevante y con efectos colaterales todavía impredecibles. La cotización del bitcóin, por ejemplo, la criptomoneda más difundida, llegó a los 20.000 dólares en diciembre y cayó a 6.000 en enero. Esta semana se ha situado en torno a los 10.000 dólares. Se calcula que la volatilidad del bitcóin es actualmente seis veces más elevada que la del índice S&P estadounidense, que engloba la evolución de las 500 firmas con mayor capitalización bursátil, o 13 veces la cotización del oro.

Uno de los fraudes más fáciles de detectar en torno a las criptomonedas es el protagonizado por aquellos intermediarios que prometen rentabilidad. Austria anunció esta semana la apertura de una investigación sobre la plataforma de internet Optioment, con sede en Costa Rica, y que ofrecía una rentabilidad del 4% por semana. La firma desapareció antes de abonar dinero a nadie. La estafa podría oscilar entre 70 y 240 millones de euros. 12.000 bitcoines de inversores se han esfumado. El caso austríaco es uno más a añadir al rosario de estafas. El grupo de afectados de Coincheck, la plataforma japonesa víctima de un hackeo millonario, han presentado una demanda colectiva respaldada por pocos inversores. Reclaman el equivalente a 147.000 euros pero se calcula que los fondos sustraídos ascienden a 426 millones de euros. Ese robo de NEM, una criptomoneda popular en Japón, pasará a la historia además de por el anonimato de la mayor parte de las víctimas, por su complejidad técnica. Se calcula que buena parte de lo robado ha sido intercambiado por otras monedas virtuales. No se descarta que las últimas subidas del bitcóin se deban a la demanda generada por el intercambio con NEM. El Gobierno de Japón ha instado a abrir una investigación sobre las firmas intermediarias de compraventa de criptomonedas y los riesgos que envuelven su actividad.

Mientras los bancos centrales y los Gobiernos reconocen que su capacidad supervisora es limitada, aparecen nuevas voces instando a los organismos multilaterales a poner freno a la locura especulativa. El Bundesbank instó esta semana a que el asunto de las criptomonedas esté en la agenda de la próxima cumbre del G-20. «Está claro que una regulación nacional o europea solo puede tener un efecto limitado», afirmó el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann. En su opinión, los riesgos para la estabilidad financiera derivados de las criptomonedas son limitados, pero «esto podría cambiar si los bancos invierten en una medida más fuerte» en ellas, si los inversores ponen a disposición dinero para especular o si las criptobolsas retiran liquidez del sistema.

Tecnología

El propio pre sidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, reconoció esta semana que la regulación o prohibición de criptomonedas como el bitcóin no es responsabilidad del BCE. Otra cuestión es la tecnología en la que se basan las criptomonedas, el blockchain, por la que todo el mundo apuesta. Draghi reconoció que por el momento «todavía no es segura para un banco central, por lo que hay que seguir investigando».

Todos los bancos analizan la situación. El director de macroeconomía y mercados de CaixaBank, Oriol Aspachs, considera que las criptomonedas «se parecen más a una burbuja que a un elemento prometedor». En opinión de Aspachs, en el caso del bitcóin «una moneda con una cantidad fija o estoc limitado conlleva deflación y eso es lo último que necesitamos», explicó durante la presentación esta semana del informe Cambio tecnológico y productividad.