La etimología de las palabras resulta habitualmente reveladora. El verbo castellano decidir proviene del vocablo latino decidere, que a su vez tenía origen en la palabra caedere. Esta era en principio un término rural, propio de leñadores, y se refería a cortar árboles, tanto a su tala como a la eliminación de ramas molestas. Decidir, por tanto, significaba originalmente cortar de forma selectiva, un sentido que en su nacimiento era literal y luego resultó figurado. Los inversores, precisamente, se sienten indecisos desde hace semanas. Y si los mercados son un bosque frondoso en el que es difícil orientarse, a ellos desde luego les está costando más de lo habitual en estos días cortar las ramas para decidir el camino.

Los expertos señalan que, aunque el sentimiento de fondo sigue siendo positivo, los inversores llevan mucho tiempo sin poder fijarse en noticias económicas o empresariales lo suficientemente relevantes como para decantarse de forma descarada por las compras o las ventas, lo que les tiene expuestos a los vaivenes de acontecimientos menos relevantes o a la imposible interpretación del porvenir. Así, el futuro de la economía china, de los emergentes y de Rusia les tiene preocupados, pero cuando llevan varias jornadas de caídas deciden que el castigo es excesivo y que conviene comprar para aprovechar la bajada de los precios. Ayer fue uno de esos días: el Ibex 35 subió el 0,78%, hasta los 9.990,6 puntos, con la prima en los 175 puntos básicos.