Anteayer falleció Harold Ramis, el autor de la brillantísima Atrapado en el tiempo. En aquella comedia, Bill Murray se despertaba todos los días en la jornada en que una marmota de una población de Pensilvania debía determinar si el invierno iba a acabar prontamente o se iba a prolongar. Esas cosas provocan inercia, claro. Inercia, según la RAE, significa la "propiedad de los cuerpos de no modificar su estado de reposo o movimiento si no es por la acción de una fuerza" y también "rutina, desidia".

Hay jornadas, precisamente, en que los inversores parecen instalados en la inercia, como si del día de la marmota se tratase. Ayer fue una de ellas. Sin referencias claras que tirasen del mercado hacia un lado o hacia otro, la segunda mala jornada consecutiva de China --provocada por la caída del crédito en el país-- hizo iniciar la sesión sin ánimos. Un dato de confianza del consumidor estadounidense en febrero peor de lo esperado tampoco ayudó mucho.

La mayoría de las bolsas europeas cerraron con pérdidas. La excepción la marcó el Ibex 35, todavía con el viento a favor tras la mejora de la calificación aprobada por Moody's, que pesó más que la mejora de las previsiones económicas del país anunciada por la Comisión Europea (ya se daba por sentada) y del debate del estado de la Nación, que no aportó ningún mensaje relevante para inversores. El selectivo subió el 0,48% hasta los 10.242,5 puntos, con la prima por debajo de los 190 puntos.