Salomón ha pasado por ser un rey sabio en la cultura occidental. Se le atribuye eso de que "feliz es el hombre que ha hallado sabiduría, y el hombre que consigue discernimiento, porque el tenerla como ganancia es mejor que tener la plata como ganancia; y el tenerla como producto, que el oro mismo. Es más preciosa que los corales, y todos tus otros deleites no pueden ser igualados a ella. Largura de días está en su diestra; en su siniestra hay riquezas y gloria".

Los inversores, a buen seguro, no estarán nada de acuerdo (de hecho, ni Salomón lo estuvo al final de su reinado, cuando priorizó "la obtención de riquezas por sobre la Ley de Dios"). Pero, ¿qué sucede cuando, además de no contar con riquezas, se nos escapa el discernimiento?

Janet Yellen, la nueva presidenta de la Reserva Federal, afirmó ayer que es posible que los fuertes temporales hayan provocado los últimos débiles datos económicos en Estados Unidos, pero ha matizado que es difícil discernir hasta qué punto. Algo parecido se puede decir de lo que sucede en el mercado estos días: es difícil discernir ("Distinguir algo de otra cosa, señalando la diferencia que hay entre ellas", según la RAE) dónde estamos y a dónde vamos.

La tendencia de fondo sigue siendo positiva, pero no hay noticias que rompan al alza o a la baja. En este clima de indecisión predominante en Europa, el Ibex 35 cayó ayer el 0,59%, a los 10.164,1 puntos, con la prima en los 193 puntos.