Si hay un ganador español en esta crisis, sin duda se trata de Emilio Botín-Sanz Sautuola y García de los Ríos (Santander, 1934), nieto e hijo de banqueros y primer accionista del Grupo Santander: una rara avis en un mundo en que las grandes corporaciones están gobernadas por ejecutivos ajenos al capital. Quizá sea ese uno de los motivos que explican el halo de poder que le rodea, cierta reverencia en su entorno más próximo, poco común entre los empresarios, por enormes que sean sus imperios.

A pesar de haberse rodeado de los mejores técnicos, Botín dirige el grupo de una forma peculiar, reflejo de un concepto del trabajo personalísimo. Convocar reuniones en domingo es un clásico para quienes despachan con el presidente del Santander. Ha sido, y es, el motor de las estrategias que han llevado al banco donde está: desde las fusiones con marcas españolas, hasta las famosas guerras de los depósitos y de las hipotecas, pasando por la venta de su patrimonio inmobiliario, operación que ha sido copiada por el resto de la banca, incluidas las cajas de ahorros. Está en todas las decisiones, y no se corta a la hora de admitir que incluso elige personalmente el obsequio que cada año se entrega a los asistentes a la junta, como le precisó en junio pasado a un accionista quejoso de la zamarra que había recibido.

También ha sido el primero en informar de los sueldos de los altos cargos del grupo, incluido el suyo, y en elogiar la política económica del Gobierno de turno. Ha proyectado el banco a escala mundial, pero a la vez no deja de subrayar siempre que le puede su raíz española, como puede verse en la estrategia de esponsorización de la fórmula 1, tratando de apoyar al campeón asturiano. La familia es otro de los grandes valores de este banquero, que tiene hermanos, hijos y yernos en el negocio. Ellos han sido objeto de ataques de quienes, conocedores de esta debilidad personal, han querido castigarle. Es un secreto a voces la persecución a que un medio de comunicación digital les ha sometido porque el banco siempre se ha negado a pasar por el aro de ciertos ambientes periodísticos madrileños. Y es que el rechazo furibundo a este tipo de presiones es otra de las características de Botín.

Ese perfil decidido y vehemente contrasta con su actitud en las distancias cortas. Parco en palabras, cuando se reúne con gente ajena al métier, está más atento a oír las respuestas a sus preguntas que a hablar. A veces, el interlocutor tiene la sensación de que su interés se centra en conocer opiniones de terceros, como si quisiera contrastar sus ideas o las que le suministran sus colaboradores.

De cumplirse las previsiones, los 10.000 millones que ganará este año le colocarán en el tercer puesto del ranking mundial por beneficios, por delante del británico HSBC y solo superado por dos chinos: a Botín le gusta recordar que hace 20 años el Santander era el quinto banco de España. Primero fueron las fusiones internas y luego las adquisiciones en el exterior.

Las turbulencias que se iniciaron en agosto del 2007 han sacudido la economía mundial, pero en especial al sistema financiero: de los tres bancos que el año pasado compraron ABN Amro --Fortis, Royal Bank of Scotland y Santander--, solo el español ha salido indemne.

Su presencia en la zona euro, en Reino Unido, Estados Unidos y Latinoamérica le ha dado un tamaño mundial, una dimensión cuya imagen refuerza con su presencia en el gran espectáculo deportivo y de masas que es la fórmula 1, una inversión que piensa mantener.

Cuando se le pregunta por ese gasto --20 millones de euros en el último campeonato del mundo-- responde que cómo no lo va a hacer si los otros grandes bancos presentes en los circuitos, Credit Suisse e ING, ambos atravesando dificultades, ni se lo plantean.