Salir del pueblo para montar un negocio que diera frutos es un riesgo que les mereció la pena correr. Así lo cuenta Pepe Royo, hijo de José Luis Royo, que junto a su hermano puso en marcha un negocio familiar en los años 60, con una trayectoria dura pero fructífera. Se trata de Roviar, una compañía que diseña, fabrica y vende maquinaria para, principalmente, la industria de materiales de construcción. "Trabajamos por pedidos y hacemos instalaciones adaptadas al cliente. Lo más atípico que hemos llegado a hacer es instalar, reparar y automatizar una planta de hacer asfalto en Panamá", afirma Pepe Royo, actual gerente de la empresa.

El origen de Roviar tuvo lugar con la llegada de clientes nacionales de gran importancia, como la firma gallega Riego (de la que fueron empresa auxiliar) y con colaboraciones con una compañía de Valencia que se dedicaba a hacer maquinaria similar a la de los hermanos Royo. Esta empresa valenciana les abrió las puertas al mercado exterior ya en 1980, con un encargo desde Ecuador de una planta de hormigonado para hacer peldaños. "Todos los comienzos son duros. Al principio exportábamos una mínima parte de la facturación, un 10%. Hay que tener en cuenta que, debido a tasas y aranceles, en esos años se exportaba poco. Luego, al tener una base hecha a partir de estas empresas 'amigas', fue todo rodado", apunta el propietario de la empresa. Royo afirma que nunca tuvieron publicidad ni representantes, ni han participado en ninguna feria más que como meros espectadores. Su padre hacía de comercial y el "boca a boca" fue el punto clave de la expansión de su producción, tanto dentro de España como internacionalmente. "Mi padre no solo desarrollaba contactos comerciales, sino que creaba buenas amistades con muchos clientes, lo que ha hecho que, hoy por hoy, tengamos compradores fieles y, después de varios años, nos hayamos hecho hueco en mercados de muchos países", dice Royo. "Aun estando jubilado, si a mi padre le llama un cliente de la otra punta de España, coge el coche y marcha para allá. Hace poco tuvo un reencuentro con el amigo con el que realizó su primera exportación a Ecuador", añade el hijo del fundador, orgulloso de la trayectoria empresarial de su familia.

Roviar ha conseguido hacerse un hueco en los mercados internacionales con las plantas depuradoras de agua que realiza, así como la fabricación de maquinaria para instalaciones de hormigonado, producción de peldaños y automatización de diversas plataformas. La firma de origen familiar decidió probar con el mercado exterior una vez que llegó a su límite nacional. Sus productos se comercializaban en todas las comunidades españolas y antes de la crisis nunca le faltó trabajo. "Las amistades y contactos que íbamos ganando fueron de gran ayuda para el crecimiento de nuestro negocio. Así, pudimos introducirnos en firmas importantes como Grupo Suárez en Panamá o Grupo Canal en Arabia Saudí", afirma el propietario de Roviar.

Supervivientes

Ahora, los tiempos han cambiado y la crisis terminó con el auge que Roviar alcanzó antes del 2008. "Tuvimos una época en la que facturábamos tres millones de euros al año y nos quedábamos cortos de espacio. De hecho, cuando la crisis estalló estábamos apunto de ampliar el taller con una gran inversión", apunta el gerente de la empresa. "Nuestra mejor época fueron los siete años precedentes a la crisis, no nos podíamos quejar de nada", añade Royo.

A pesar de las adversidades que la situación económica le ha puesto delante, Roviar ha sabido sobrevivir a la tormenta y aguantar el tipo en el panorama actual. "Hemos estado viviendo de rentas. Nuestro punto fuerte fue invertir en maquinaria e ir vendiendo la piecería y los repuestos que tenemos almacenados", explica. Aunque lo que más le dolió a esta empresa familiar fue prescindir de más de la mitad de la plantilla: antes contaban con casi 30 trabajadores, pero ha tenido que ajustar su plantilla debido a la recesión económica y actualmente cuenta con ocho personas.

Es importante destacar la subsistencia de la empresa gracias al mercado internacional. "¿Quién se iba a imaginar que los porcentajes se darían la vuelta y las exportaciones al exterior se convertirían en el 90% de la producción y la venta nacional solo supondría un 10%?", destaca Royo. El directivo afirma que gracias a las exportaciones, la empresa se ha salvado en varias épocas y resalta la importancia de "saber moverse, arriesgarse, tener personal cualificado y estar bien preparado" para introducirse en un nuevo mercado. "Exportamos a 19 países del mundo, como Túnez, Panamá, Colombia, Cuba, Argentina, Chile, Arabia Saudí, Honduras... Aunque ahora se nota la competencia de China y Turquía, unos países que están ganando mucho terreno y están quitándonos ventas", apunta el gerente de la empresa.

A día de hoy, a Roviar no le sobra trabajo, pero el 2014 no está siendo un mal año. Las últimas tres instalaciones han sido en Panamá. "Tenemos ahí mercado y poco a poco hemos recogido nuestras miguitas, así como en Colombia y Chile. Vamos cogiendo un poco de cada lado e indirectamente siempre nos toca algo de las grandes obras de cada país", dice Royo.

Respecto al proceso de producción, el empresario destaca la dificultad de algunos trabajadores de tener que "desaparecer" un mes de su casa para instalar un producto en el exterior. "Después de presentar un diseño y un presupuesto, vendemos la instalación, la enviamos, la montamos, la ponemos en marcha y explicamos el funcionamiento, dando formación a los trabajadores que van a utilizarla. Podemos estar fuera de España tres o cuatro semanas y a algunos trabajadores se les hace cuesta arriba", explica.

A pesar de que las expectativas de futuro, según el propietario de Roviar, no estén "nada claras", "es un buen triunfo poder seguir abiertos con ocho trabajadores y tener una facturación media de un millón de euros al año en los tiempos que corren".