El Popular, un banco fundado hace 91 años e históricamente ligado al Opus Dei, ha dejado de existir como tal por las equivocaciones de sus gestores (una carga inmobiliaria inasumible de 36.000 millones, responsabilidad del expresidente Ángel Ron, y retrasos y errores al comunicar su estrategia para digerirla, achacables a su sustituto, Emilio Saracho), así como por las luchas intestinas en su accionariado, con el mexicano Antonio del Valle a la cabeza.

La fuga de depósitos que sufría desde hace meses lo habían dejado al borde del colapso y llevó a las autoridades bancarias de la Unión Europea en la madrugada del martes al miércoles a intervenir la entidad de forma fulminante y a venderla de manera exprés al Santander por el precio simbólico de un euro para que los clientes pudieran seguir operando con normalidad desde la misma mañana de ayer.

Al Popular, así, le ha cabido el triste honor de ser la primera entidad inviable cuyos problemas no han sido resueltos por las autoridades bancarias nacionales, sino por las europeas que se pusieron en marcha entre finales del 2014 y principios del 2015. Su situación era extrema: su liquidez ordinaria estaba agotada y hace tres días había solicitado una línea extraordinaria al Banco Central Europeo (BCE), pero el martes a mediodía se le habían acabado los activos colaterales que sirven de garantía para estos créditos de urgencia. De no haber actuado las autoridades, ayer no habría permitido a los clientes retirar su dinero ni habría podido abrir sus oficinas.

El proceso de intervención se aceleró en consecuencia para durar menos de 24 horas, cuando lo normal hubiera sido aguardar al fin de semana. «No se podía esperar más», admitió Dominique Laboureix, directivo del Mecanismo Único de Resolución (MUR).

Las autoridades comunitarias presentaron ayer la operación como un éxito del nuevo esquema de resolución de crisis bancarias europeo, ya que ha permitido rescatar el banco sin dinero público y sin perjuicio para los depositantes y resto de clientes. Como contraprestación, los 305.000 accionistas del Popular, muchos de ellos pequeños ahorradores, han perdido todo su dinero (los títulos valían algo más de 1.330 millones de euros, pero la inmensa mayoría los compró mucho más caros: hace un año valían un 86,5% más). Lo mismo ha sucedido con los propietarios de la deuda convertible en acciones y subordinada, entre los que también se contaban pequeños inversores (en torno a 2.000 millones de euros). La normativa europea hubiera permitido imponer pérdidas también a los depósitos de más de 100.000 euros (por debajo están garantizados), a los titulares de deuda senior o incluso aportar ayudas públicas, pero no ha sido necesario por las reservas con que contaba el banco y por las pérdidas asumidas por accionistas y el resto de acreedores.

GUINDOS APLAUDE / Así las cosas, el ministro de Economía, Luis de Guindos, se felicitó por la «buena salida» que se ha dado a la entidad, ya que la ausencia de ayudas va a evitar un «eventual contagio entre riesgo soberano y bancario, como ocurrió en épocas pasadas», en referencia al 2012. Lo que no va a impedir, en cambio, es una oleada de demandas de accionistas y acreedores, una posibilidad que el Santander, que según algunas fuentes es el que tendrá que hacer frente a las mismas, ya «ha considerado» y que ayer mismo comenzaron a alentar distintos despachos de abogados.

Los acontecimientos se precipitaron en cuestión de horas. El Banco Central Europeo (BCE) determinó el martes que el Popular era una entidad «inviable o en riesgo de inviabilidad». Su decisión llevó al MUR a intervenir el banco, tras la aprobación de la Comisión Europea, y a imponer las pérdidas a accionistas y parte de los acreedores para recapitalizar la entidad. El Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), como representante español del MUR, realizó en la noche del martes al miércoles una subasta exprés que ganó el Santander. También fueron invitados BBVA, CaixaBank y el Sabadell, que declinaron pujar.

CRÍTICAS A SARACHO / El Santander pudo presentar una oferta tan rápida porque ya había estudiado los números del Popular. Saracho, destituido junto al resto de su consejo por el banco comprador, había intentado en las últimas semanas salvar su entidad mediante una venta. El Santander y Bankia estudiaron sus números, pero declinaron presentar una oferta ya que ello les hubiera obligado a aportar más recursos (para comprar su participación a los accionistas) de los necesarios en caso de intervención (los accionistas lo pierden todo). «Saracho ha sido un frívolo, nunca entendió que la banca de inversión de la que procede no es lo mismo que la banca minorista», critican en el sector.

Tras la compra, el Santander se convierte en el banco más grande del mercado español. Eso sí, tendrá que hacer en un mes una ampliación de capital de 7.000 millones de euros (la segunda mayor de su historia) para recapitalizar y sanear al ya desaparecido Popular.