Ni atisbo de autocrítica. Hace unos días, el gobernador del Banco de España, Luis María Linde, admitió por fin que la institución podría haber hecho más para pinchar la burbuja inmobiliaria. Pero su responsable en aquella época, Jaime Caruana, lo rechazó ayer. El organismo hizo «mucho», de hecho «algo más que los de otros países», y si no tomó más medidas fue porque no tenía «herramientas», se escudó tras acusar de la crisis a los gestores de las entidades y, de forma más indirecta, a los políticos.

El hoy director del Banco Internacional de Pagos (BIS) de Basilea planteó una jerarquía de responsabilidades: los gestores de las entidades (básicamente cajas), sus órganos de gobierno, el control del mercado (analistas e inversores institucionales), y solo en último lugar el supervisor bancario. «El Banco de España no era el que concedía los créditos», se defendió Caruana tras afirmar que «la tolerancia al riesgo de los gestores no puede ser sustituida por el supervisor».

Su autodefensa fue muy criticada por todos los grupos parlamentarios en la comisión de investigación del Congreso sobre la crisis bancaria. Incluso por el PP, pese a que Caruana fue alto cargo del Ministerio de Economía con José María Aznar, antes de que el vicepresidente Rodrigo Rato lo aupase a gobernador entre el 2000 y el 2006, para después llevárselo consigo al Fondo Monetario Internacional (FMI).

MEJOR QUE EL RESTO

El exgobernador, sabedor de que Linde le había dejado en una posición complicada, inició su intervención defendiendo la necesidad de evaluar las decisiones teniendo en cuenta las circunstancias y la información que había cuando se tomaron: «A posteriori todo se ve más claro». Con ese argumento podría haber reconocido algún error, pero se enrocó.

De hecho, presumió de que el Banco de España «estuvo por delante de otras muchas instituciones en ver parte de los problemas». Y si no supo preverlos todos fue porque «era imposible» predecir la «descomunal» crisis global. El organismo, sostuvo, «avisó reiteradamente» sobre la fuerte alza del crédito, y en un documento del 2003 ya señaló una «sobrevaloración» de los activos inmobiliarios de entre el 8% y el 20%.

Sobre todo y repetidamente se acogió a una medida «novedosa» no adoptada por otros países: las provisiones genéricas para afrontar futuras pérdidas. Estas, aseguró, fueron objetivo de «críticas» y «presiones» tanto a nivel internacional como de los bancos, pero aunque «no fueron suficientes, ayudaron junto a la supervisión a moderar los efectos de la crisis». Así, señaló, las entidades contaban con 26.400 millones de provisiones en el 2006, de los que la mayoría (23.100) eran genéricas.

CARTA DE LOS INSPECTORES

Muchos portavoces de grupos le echaron en cara la carta que la asociación de inspectores del Banco de España remitió al vicepresidente socialista Pedro Solbes en el año 2006, en la que acusaban a Caruana de un «complaciente optimismo» en la valoración que hacía de las entidades bancarias. «Confunden el tono (moderado) con la complacencia», se defendió el exgobernador, que también alegó que la «legislación no permitía hacer algunas de las cosas que ellos decían».

De forma más velada, también criticó a los dirigentes políticos. Así, negó haber sufrido «presión alguna» de los Gobiernos de Aznar y Zapatero, pero lamentó que no tomaran más medidas fiscales y reformas estructurales. Cuando dejó el cargo, añadió, la economía española «no tenía un camino predeterminado, tenía margen de maniobra». Una puya al Ejecutivo del socialista, que le sustituyó por Miguel Ángel Fernández Ordóñez: «Me fui con cierta frustración de que al Banco de España no le hubieran hecho más caso sobre el crédito».