El expresidente del Gobierno Felipe González dejará su puesto en el consejo de administración de Gas Natural cuando termine el periodo para el que fue elegido "no porque haya incompatibilidades, sino porque es muy aburrido".

"Me interesaba conocer el tema de la energía, me hubiera ido mejor asesorando a empresas con domicilio fiscal en las islas Caimán", ironizó González, que ha asegurado que dejará el puesto pese a que ha cumplido no sólo con el régimen de "las incompatibilidades legales, sino las éticas".

El expresidente fue nombrado consejero de Gas Natural en diciembre del 2010 por un mandato inicial de tres años, por lo que está a punto de concluir si es que no ha habido prórrogas. Su remuneración es de 126.500 euros brutos.

González hizo este anuncio en la tarde del pasado jueves durante la presentación pública de su libro 'En busca de respuestas'. En el acto el expresidente ha calificado de "determinantes" las elecciones europeas del próximo mes de mayo, por lo que lamentó que la gente se retraiga a la hora de votar.

"La Unión Europea está en una situación de fracaso crítico porque hay conciencia de lo que hay que hacer, pero no hay voluntad o coraje político para hacerlo", argumentó.

Increpado

Durante el coloquio, el expresidente del Gobierno fue increpado por un asistente, que le afeó que haya "renegado del marxismo" y se preguntó "qué democracia es ésta, en la que los dirigentes están treinta años en el gobierno".

González lamentó que el interpelante no hubiera hecho ninguna pregunta, sino una "descalificación en toda regla", tras lo que señaló que como gobernante se dedicó a "mejorar la calidad de vida en este país".

Renunció a los gastos de oficina

Durante el coloquio, ha desvelado que renunció a los gastos de oficina asignados a los expresidentes del Gobierno, lo que hizo discretamente para no "perjudicar" al resto de exmandatarios.

También se mostró favorable a una reforma de la Constitución con el argumento de que "el mundo cambió y nosotros tenemos que cambiar", y llamó la atención sobre el hecho de que algunos de los que se opusieron a la Carta Magna estén ahora en contra de que "se toque una coma".